Capítulo 5: Creo que decía la verdad

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“Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio”

Respiré hondo tratando de entender. De que algo me cuadrara, pero nada tenía sentido.

Mi teléfono daba las cuatro de la mañana, tenía que dormir o mañana, bueno, hoy, llegaría tarde otra vez a la escuela. Me recosté en la cama con los músculos tensos y el corazón latiéndome un poco rápido, cerré los ojos y me arropé con la sabana.

A quién iba a engañar. Era obvio que no iba a poder dormir. ¿Por qué?, pues por miedo de que otra vez aparecieran unos ojos de la oscuridad de una esquina. Fue aterrador, aunque al mismo tiempo su compañía se sentía cómoda, cálida y reconfortante.

¿Pero de qué estaba hablando?

Posiblemente hasta hubiera sido simplemente una alucinación de mi mente. ¿Tendría que ir al psicólogo? Me tapé la cara con las manos frustrada y lentamente separé los dedos para mirar entre ellos mi habitación. Bien, no había nada ni nadie.

Poco a poco me empecé a relajar y mi corazón volvió a su ritmo original. Me quité la sabana de encima, que me había puesto pillándola por debajo de mí como si eso me fuera a salvar de algún fantasma, entrelacé las manos una con otra y empecé a mover los pulgares en círculos sin tocarse mientras miraba el techo, pensativa.

Lo que acababa de pasar, si es que pasó de verdad, había sido raro. Nunca en mi vida me iba a imaginar que un chico entraría a mi habitación a las tantas de la noche, y menos que fuera un chico que apenas conocía y que se hacía llamar mi ángel guardián.

Mi ángel guardián. Sonaba raro decirlo, era como si me estuviera adueñando de él, adueñándome de un desconocido, uno lindo y misterioso, pero desconocido.

Me empecé a imaginar sus ojos, atentos a todo movimiento, calculando mis expresiones y presto para mirarme. Nunca había visto a alguien con esa intensidad en sus ojos, ¿será por ser lo que es? Luego pensé en su nariz, y en los lunares que alcancé a ver en su cuello gracias a la luz de la luna y a la cercanía que estuvimos. Realmente era un chico atractivo y… pero ¡qué me pasa! Parezco una adolescente que recién conoce la existencia masculina.

Cogí la almohada y me tapé la cara con ella y solté un grito de frustración.

—Ya es hora de aceptarlo, Karen. Estás loca —me dije y me obligué a dormir.

                            ***
                                                                La odiosa alarma empezó a sonar y con mucha pereza la apagué y me senté. Tenía un hilito de baba en la mejilla y mi pelo parecía un nido de pájaros por habérmelo dejado suelto ayer. Me estiré lo más que pude y empecé a toser porque me había tragado el aire antes de tiempo.

—Ni para respirar bien sirvo —dije mientras me limpiaba la baba.

Después de casi morirme respirando me levanté y fui para el baño para empezar a prepararme para la escuela. Mientras me lavaba los dientes unos flashbacks de la noche anterior me interrumpieron.

Él de rodillas frente a mí mientras yo lloraba. Yo tocándole el cachete. Él asomado sobre mí cuando me desmayé. Escupí el agua que tenía en la boca y puse mis manos en el lavamanos aguantándome de él.

—Eso no pasó.

Aunque se sintió real. Tan auténtico...

No, me niego a aceptar que eso ocurrió. Es ilógico. Me mojé la cara con agua fría y me despedí de esos pensamientos confusos.

Cuando ya estaba lista me despedí de mi madre, que estaba hablando por teléfono con su ropa de enfermera ya puesta y una taza de café en la mano, salí de mi casa y me dirigí hacia mi hermoso Toyota.

Mi Ángel Guardián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora