“No renuncies solo porque las cosas se pusieron difíciles, si vale la pena, no será fácil.”
Después de haber repasado todos los pasos Erick y yo nos encontrábamos uno frente del otro en posición de guardia.
—Recuerda que debes…
No lo dejé terminar la frase, pues con un rápido movimiento pasé mi pierna izquierda por debajo de sus piernas haciendo que se cayera.
—Y el estudiante supera al maestro. Erick, recuerda que no puedes bajar la guardia —dije divertida repitiendo sus palabras mientras me acercaba.
Pero me detuve en seco, pues él no respondió a mi sarcasmo, seguía en el suelo y se estaba quejando de dolor mientras se encorvaba.
—Ay, no —me acerqué a él y me tiré en el suelo a su lado para voltearlo y ver qué le había hecho—. Perdón, perdón, perdón. No quise lastimarte, déjame ver. ¿Es muy gra…
No pude terminar pues unas fuertes carcajadas me interrumpieron y los ojos llenos de gracia y diversión de Erick me miraron.
—¿Qué…? —susurré confusa con el ceño entrecerrado.
Erick no paraba de reírse en mi cara y mi preocupación se desapareció.
—¿Te he asustado, mi pequeña pecosa? —dijo y dejó caer su cabeza al suelo mientras lágrimas de risa le caían sobre las mejillas y su pecho subía y bajaba por su risa.
—No es gracioso, Erick —le golpeé en el hombro, pero no le importó— ¿Y si te hubiera hecho algo, ah?
—Ay, Karen. Ni, aunque quisieras, podrías hacerme algo.
Era cierto y eso me ofendió, pero no pensaba hacerle caso.
—Claro, eso lo dices porque sabes que no es verdad —me dispuse a levantarme, pero él me agarró la muñeca.
—Anda —se secó las lágrimas aun divertido por la broma y se levantó un poco sobre sus codos—. No te enfades, es que fue divertido. Acéptalo.
Yo le enarqué una ceja tratando de parecer seria.
—Pero acepta que te tomé por sorpresa —lo señalé.
—Karen, estaba dándote unas instrucciones. Claro que me tomaste por sorpresa, ni siquiera estaba preparado —se defendió.
Yo me levanté y empecé a caminar dándole la espalda.
—Eso es justo lo que diría un mal perdedor —le dije sin mirarlo.
Escuché cómo Erick se levantaba y empezaba a seguirme el paso todavía divertido por la broma.
Estábamos pasando por un sendero para dirigirnos a la salida el cual tenía unos árboles un poco inclinados creando un largo arco de árboles.
—Este lugar es increíble —susurré observándolos.
—Sí, lo es.
—Puede ser nuestro lugar —sugerí.
Erick lo observó detenidamente y luego me miró a mí.
—Claro, siempre y cuando no nos arresten por allanamiento.
—Claro, dato muy importante.
Luego de unos pasos más me acordé de la propuesta que mi madre me había dicho que le dijera a Erick. Así que tomado una gran oleada de aire me dispuse a decírsela a Erick.
—¿Oye, Erick?
—¿Mmm? —murmuró con las manos en los bolsillos mientras pateaba una piedrecita.
—Mi madre me ha preguntado si te apetecía venir a cenar a mi casa.
Lo había dicho tan rápido que me sorprendió que Erick lo hubiese entendido.
Al decir eso él se detuvo y yo lo miré confundida.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo sabe tu madre de mí?
—Oh. Es que por accidente dejé las flores que me regalaste el otro día en la sala y ella las vio. Tenía curiosidad por saber quién ha sido el chico que me las ha obsequiado.
Erick se quedó mirándome sin ninguna expresión en su rostro. Era como si estuviera muy lejos de aquí pensando en mil cosas a la vez.
—¿Estás bien, Erick?
Al decir su nombre fue como si hubiera reaccionado y me observó con cautela.
—¿Quieres que vaya?
Su pregunta me tomó por sorpresa pues no esperaba que me preguntara mi opinión.
—Bueno, pues sí —me crucé de brazos pensando en lo que quería—. Mi mamá quiere presentarme a un hombre con el que está saliendo. Y la verdad es que parece que quiere cambiar y que quiere hacer las cosas bien, ¿sabes? —él asintió—. Pero me da miedo no reaccionar como se supone o venirme abajo por alguna razón. Mamá a pensado que sería buena idea que estuvieras ahí para mí en ese momento —me encogí de hombros—. Aparte de que obviamente quiere aprovechar ese momento para conocerte y bombardearte con preguntas.
Terminé con ese comentario esperando que sonriera. No lo logré.
Erick se mordió el labio inferior mientras balanceaba la cabeza de lado a lado.
—¿Por qué, no quieres ir? —pregunté acercándome confusa por su reacción. Por un momento había pensado que le habría gustado la idea de conocer a mi madre.
—No es eso, Karen —dijo con la frustración reflejada en su rostro sin poder mirarme.
—¿Y entonces, qué es?
—Que entonces será más difícil —admitió en voz baja.
Fruncí el ceño.
—¿Qué será más difícil?
Erick suspiró y negó con la cabeza mirándome.
—Olvídalo —me dedicó una sutil sonrisa que no llegó hasta sus ojos y señaló el sendero con la cabeza mientras me ofreció su mano—. Vámonos.
Miré su mano y luego a él. Lo que sea a lo que se refería no quería que me afectara. Tomé su mano y juntos caminamos el sendero, pero no podía dejar de pensar en sus palabras.
“Entonces será más difícil”.
¿Qué sería más difícil si conocía a mi madre y a su posible pareja? ¿Qué sería más difícil si conocía a mi familia?
El viaje a casa lo sentí más rápido que cuando nos fuimos. Al llegar, Erick se bajó de la moto y me ayudó a bajar para luego quitarme el casco.
—Gracias por lo de hoy —le dije.
Él asintió y bajó un poco la mirada, se volvió a morder el labio inferior y luego dijo
—Dame unos días para pensarlo, ¿sí?
Sabía que se refería a la cena, y al verlo tan debatido le dije
—No lo tienes que hacer si no te apetece, Erick. Era solo una propuesta, le puedo decir a mi madre que no y ya está. No hay problema.
Erick soltó un bufido de risa amarga, me miró de lado y me dijo
—Ese es el problema, Karen. Que sí quiero.
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Mi Ángel Guardián
Teen FictionKaren es una joven de 17 años que vive en un pueblo llamado Villa Kennedy. En lo que lleva de vida ya le ha tocado experimentar la depresión, ataques de ansiedad, el bullying y el menosprecio a sí misma. En uno de sus momentos más desesperados ella...