Capitulo 15

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Cuando llegó el momento de despedirse de Clarke, Lexa decidió mantener un tono de voz y una actitud completamente neutral, al contrario de lo que ella solía hacer siempre con las mujeres. Su costumbre era mantenerlas interesadas procurando no estar siempre disponible. En el caso de Clarke, le había bastado una mirada a sus profundos ojos azules para darse cuenta de que era la única mujer con la que no podría emplear su habitual estrategia. Por que con ella siempre había sido diferente. Desde que la conoció.

El beso que le había robado podría haber conseguido que ella pensara que no era más que una mujer sin corazón, pero no había sido planeado. Ella nunca había conocido un ansia y una necesidad por otra mujer. Siempre había sido con ella. Solamente Clarke.

A todo esto. Había que añadir que se había sentido furiosa consigo misma, con el mundo, con las cartas que el destino le había repartido. Todo ello, había constituido una mezcla explosiva. Desgraciadamente. Lexa había tratado de borrar todo lo que Clarke le había hecho sentir. Creía haberlo logrado. Pero con lo que paso ya no podía borrar el sabor de Clarke de sus labios nuevamente ni el recuerdo de su suave y delicado cuerpo.

Se había dado cuenta de que no quería marcharse antes de pasar un tiempo más adecuado con ella, decidió que dejaría que las cosas se desarrollaran con naturalidad entre ellas en vez de sabotear sus posibilidades mostrándose exigente y dictatorial. Con eso en mente, le sugirió que, tras la reunión que tenía con el abogado de su familia al día siguiente, iría a recogerla para llevarla al castillo de su familia. De algún modo, pensar en visitar su antigua casa con ella resultaba más atractivo que el hecho de enfrentarse ella sola a los amargos recuerdos que sin duda evocaría. Después de la visita, la llevaría de vuelta a su casa para que pudiera pasear a Barney y luego, por la noche, la llevaría a cenar.

Después de que Clarke aceptara ambas sugerencias, Lexa se marchó a su hotel en Park Lane con el ánimo muy alto a pesar de que no debería ser así. Ella debía de enfrentarse con los fantasmas de su pasado en aquella casa en la que había crecido.

Además, había empezado a presentir que Clarke y ella tenían asuntos inacabados entre ellas. Lexa no pensaba regresar a Nueva York hasta no concluir con ellos.

- ¿Te importa si te pregunto cómo te fue con el abogado?

En el interior del elegante coche negro que Lexa había alquilado para su estancia, la voz de Clarke sonó muy medida, como si no estuviera segura de qué clase de respuesta le daría. Lexa no podía culparla por actuar con cautela después de lo que había ocurrido el día anterior. A pesar de estar encantada con tenerla a su lado, oliendo tan fragante como una rosa y completamente arrebatadora con un vestido rosa, un tema más turbador dominaba sus pensamientos.

Tras varios años de luchar con su titulo de nobleza, en la que se había escondido tantos años. El pasado no la dejaba en paz. Su padre aun muerto seguía persiguiéndola.

Aquella mañana, después de tantos años con problemas legales por culpa de su padre y su hermana. Había descubierto que había algo mas y muy sorprendente. El impacto que tendría en su vida si lo aceptaba le había presentado un dilema que jamás había anticipado. Una complicación más a la que enfrentarse. ¿Acaso jamás iba a poder librarse del desmoralizador legado de su pasado?

Tragó saliva y tomó una carretera secundaria. Era una ruta demasiado familiar, por la que había viajado muchas veces en su infancia y jamás con placer.

Después de viajar durante un rato en silencio, Lexa se volvió por fin a Clarke para responder su pregunta.

- La reunión fue tan bien como era de esperar, supongo, aunque no me satisfizo enteramente.

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