10.El lago de Hestia.

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Néstor tuvo que acelerar el paso para conseguir llegar al Lago de Hestia antes de que cayese el sol.

El lago se extendía ante Néstor como un vasto abismo negro, y su superficie reflejaba débilmente la luz de la luna.

Un escalofrío recorrió su espalda mientras se acercaba al borde, sintiendo cómo el aire se volvía más denso y las sombras parecían alargarse a su alrededor.

Un murmullo susurrante emergió de las profundidades, envolviéndolo en un viento que simulaba una melodía inquietante.

Con cada paso que daba hacia el agua, la incertidumbre se apoderaba de su mente.

Era como adentrarse en un mundo desconocido que enfrentaba lo que vivía en la superficie con sus profundidades abisales.

¿Qué extraños hechos le depararía entrar en el lago? ¿debía echarse atrás y volver corriendo a casa? ¿podría vivirlo de otra manera sabiendo lo que ya sabía?.

Los miedos internos le asaltaban a cada paso que daba sobre la arena fangosa para entrar en el lago, desafiándolo a enfrentar sus propias dudas y debilidades.

Respiró hondo una vez más, intentando reunir el coraje necesario para dar otro paso, y se fue sumergiendo en las frías aguas del lago.

El contacto con el agua envolvió su cuerpo, haciéndolo temblar momentáneamente más de miedo que de frio. La sensación de ahogo lo abrazaba mientras descendía hacia las profundidades y su corazón latía, pero aun así se negó a ceder ante el pánico.

Cada vez que sumergía su cabeza bajo el agua y volvía a salir a la superficie a tomar aire, la sensación de ahogo se intensificaba.

La visibilidad se desvanecía, y solo podía confiar en sus sentidos y en su valentía para seguir avanzando.

Su corazón seguía latiendo rápidamente, de manera que parecía una mezcla de excitación y temor, mientras los latidos resonaban en sus oídos taponados por la presión del agua, recordándole su propia vulnerabilidad.

La oscuridad lo envolvía,y sus pensamientos se entrelazaban con las corrientes acuáticas.

Visiones borrosas y distorsionadas de animales acuáticos emergían de las sombras, tratando de perturbar su determinación. Sin embargo, Néstor se aferró a su propósito, y cada brazada significaba un paso más cerca de su destino.

El miedo se manifestaba en su mente, jugando con sus pensamientos y alimentando su imaginación. Un escalofrío recorría su espina dorsal, mientras recordaba los miedos que le habían ido acompañando desde su infancia.

Uno de sus mayores miedos era el de la incertidumbre y la falta de identidad a la que no se había enfrentado en la vida. Se preguntó muchas veces quién era realmente, siendo hijo de diosa y hombre, y cuál era su propósito en este mundo, pero siempre terminaba ahogando esos pensamientos.

A menudo se sentía perdido, como si no encajara completamente en Hestia. La idea de vivir una vida predecible y limitada por esos muros le causaba ansiedad, anhelando descubrir su verdadera esencia y dejar una huella significativa en su mundo.

Otro miedo que lo acechaba era el de defraudar a su padre, Andrómaco. Recordaba los momentos en los que había observado la dedicación de su padre para proteger a su pueblo y cómo había jurado continuar su legado. Sin embargo, Néstor sentía una lucha interna entre su respeto y cariño por su padre y su anhelo de explorar más allá de las fronteras de Hestia. Temía que, al seguir sus propias ambiciones, pudiera decepcionar a su padre y con ello poner en riesgo el bienestar de su pueblo.

Aunque a veces se sentía incompleto, Néstor comprendía que no necesitaba una madre para ser alguien especial y significativo. Su valía no se medía por la ausencia de una figura materna, sino por su determinación y su capacidad para superar los desafíos que la vida le presentaba, aunque eso es algo que le costó años aprender.

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