Cuando el pequeño Néstor dormía, y Andrómaco se miraba al espejo al terminar el día, veía al hombre cansado, que llevaba encima el yugo impuesto por los dioses, pero si aguardaba unos minutos y se fijaba en el interior de ese rostro, con los que se encontraba de frente en ese espejo, podía recordar esos años de juventud en Ítaca y el camino que le trajo hasta aquí.
Ítaca era una pequeña isla que formaba parte de la Liga Jónica, (una coalición de ciudades estado jónicas). Aunque Ítaca era una polis independiente, mantenía relaciones comerciales y políticas con otras ciudades-estado griegas cercanas y eso hizo que nunca estuviese alejada de las noticias y corrientes de pensamiento de las principales poleis griegas.
Era una isla montañosa y rocosa, con hermosos paisajes y una rica vegetación. Su sociedad, al igual que otras ciudades-estado griegas, se basaba en la agricultura, la pesca y el comercio marítimo, y sus habitantes eran considerados valientes marineros y guerreros en toda Grecia.
Andrómaco formaba parte de una estirpe de guerreros educados en el honor y disciplina del ejército.
Desde pequeño, su padre también le contaba historias, pero no de dioses o leyendas, sino de hombres y guerras.
Eran historias de estrategia militar, que el pequeño Andrómaco escuchaba a su padre relatar tras la cena, a sus hermanos mayores, mientras que él, se tenia que hacer el dormido echado en el suelo junto al fuego.
-Avanzamos hacia el enemigo con las lanzas extendidas hacia el mismo- se escuchaba relatar al padre como si volviese una vez más, en ese instante al campo de batalla.
-Cuando estábamos encima del enemigo, sacamos nuestras espadas, y sin contemplación alguna destrozamos sus piernas y brazos- continuó contándole a sus dos hermanos mayores, mientras la madre, de espaldas, cocinaba en el fuego.
-Cuéntanos más, padre, ¿Qué pasó después?.- insistió el hermano mayor nervioso por conocer el final.
-Los arqueros enemigos, al oír la señal del grito del cuerno, alzaron sus arcos, apuntando con sus flechas a lo mas alto del cielo, para después inclinar un poco su arco, y soltar la flecha.- explicó el padre, imitando el movimiento del arco con sus brazos.
Andrómaco escuchaba ansioso con los ojos cerrados a su padre contar historias de guerra, y deseaba poder elevar su voz y decir... ¿y que más pasó padre?, pero tenía que hacerse el dormido, ya que su madre se molestaba con él si el pequeño de la casa escuchaba este tipo de historias a tan temprana edad.
-Nuestra falange levantaba los escudos para defenderse del enemigo, en el momento exacto- continuó su padre.
-Recordad hijos míos, siempre en el momento exacto.- dijo mientras miraba con orgullo el viejo hoplón redondo de gran tamaño que destacaba colgado en la pared de la habitación, donde sobresalía la lechuza de plata terciada y con los ojos mirando al frente.
El pequeño Andrómaco por mas que lo intentase, nunca fue capaz de llegar al final de esas historias nocturnas, y caía preso del sueño.
Su madre lo miraba desde la cercanía, y tenía ese presentimiento que solamente pueden tener las madres, de que esa noche, otra vez, los óniros aparecerían y traerían sueños de batallas, conquistas, y gloria a su pequeño.
Pasaron los años y no tardó demasiado en destacar en su formación militar, e ir escalando posiciones dentro del ejército de Ítaca.
Durante aquellos días de estricta formación militar en el gimnasio y la escuela de lucha. El joven Andrómaco comenzaba su entrenamiento militar en estas palestras, desarrollando habilidades de combate, a usar el equipo, y a mantener la disciplina necesaria para luchar en la falange.
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HESTIA
FantasíaHistoria de dioses,heroes y hombres luchando por mantener su identidad.