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Dejando la taza sobre la barra, Harry le dedicó una de sus patentadas sonrisas de hoyuelos a la clienta y la dirigió a la caja. Una vez que la chica se marchó, observó con un suspiro el trozo de papel que resaltaba sobre la oscura madera. Mientras que muchos de sus compañeros de trabajo morian por ese tipo de oportunidades, Harry estaba completamente harto de recibir numeros telefonicos de chicos y chicas que no le interesaban.

Desde que era solo un chiquillo habia sido el centro de atención a todos los lugares que iba. En San Valentin, él siempre era el afortunado que recibia todas las tarjetas de amor de las niñas de su clase, en secundaria se volvió peor ya que su atraia a las chicas equivocadas y terminaba metiendose en lios gigantescos. Habia recibido una paliza por semana de los deportistas y no porque fuese gay, habia varios chicos que compartian su gusto por el mismo sexo y no eran golpeados por ello, su mala suerte era tanta que esos chicos solo se habian desquitado con él por "tener una linda carita".

Estaba harto de ser el chico bonito. No queria recibir numeros telefonicos, no queria que las personas se quedaran embobadas mirandolo cuando sonreia o hablaba, era jodidamente frustrante que no lo escuchasen por estarlo observando con caras de tontos. ¡Era un asco en toda regla!

Tomando el trozo de papel, lo metió en su bolsillo con los demás que habia recibido y miró al siguiente cliente, dandole la bienvenida al local como hacia con todos los demás. Según las reglas del local, Harry debia sonreir y saludar a cada cliente, lo que lo hacia una mierda aun más grande ya que las personas solo se lo quedaban viendo a veces y tenia que terminar golpeando algo para que el embrujo se cortara.

—Harry, necesito ayuda con las mesas —Maiden paso detrás de él, golpeando su brazo suavemente con una de las bandejas. Harry gimió bajo, tomando el objeto antes de hacerle un gesto a otro de sus compañeros para que tomara su puesto allí—. Mesa tres y cuatro.

Asintiendo, miró sobre la cabeza de la chica y visualizó las mesas, encontrandose con que solo eran dos clientes frecuentes que nunca le daban problemas. Volvió a mirar a la pelirroja, recibiendo un guiño de su parte que logró que un suspiro saliera de sus labios.

—Gracias, Mai —susurró.

—Para servirte, bebé —sonrió antes de darle una palmadita para que subiera la bandeja, dejando los cafes y los platos de pastel en ellas cuando lo hizo—. Ahora, ve a hacer tu trabajo.

Equilibrando la bandeja, salió de detrás de la barra y se dirigió a las mesas. La señora Mara era una mujer mayor que siempre venia con su marido, John. Ellos siempre pedian lo mismo y nunca habian dicho nada indebido sobre él. Bueno, a menos que los pellizcos en las mejillas y los halagos sobre sus rizos fueran en otra dirección, habian sido buenos con él.

Llegando a su mesa, bajo la bandeja y dejó el pedido frente a ellos. Mara arregló sus palidos rizos alrededor de su rostro, chasqueando sus labios rojos frente al dispensador de servilletas antes de mirar a Harry con una sonrisa.

—Harry, cariño —saludo, extendiendo un brazo y pellizcando una de sus mejillas—. ¿Como has estado, tesoro?

—A punto de volverme loco —suspiró con mala cara—. Las personas parecen no entender que no quiero nada con ellos, siempre estan intentando hablar conmigo o tocarme, es frustrante.

—Deberias conseguirte un novio —sugirió John con un gesto simpatico—. Eso suele espantar a los cazadores furtivos.

Harry sonrió a eso pero no habia forma de que lo llevara acabo. No le gustaba que las personas lo tocaran, lo hacia sentirse mal consigo mismo por ello se mantenia alejado de todo el mundo. Estaba a punto de cumplir diecinueve años y por más que lo intentaba, no lograba mantener una relación. No, reformulando, él no lograba comenzar una relación.

Carita de Angel |Harry/Liam/Zayn|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora