୨capítulo trece୧

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«¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras (...). Pero yo era demasiado joven para saber amarla».
~El Principito

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León

Miré una y otra vez mi celular, mientras jugaba con él entre mis dedos y me mantenía firme para no llamar a la Yuli.

—¿Por qué la cara larga?—escuché la voz de la Milla y me giré rápido en esa dirección. Para mi sorpresa, estaba sentada al lado mío; quién sabe desde cuando.

—¿Hace cuánto estai ahí?

—Mmh—se hizo la pensativa—, desde que te metiste por primera vez a tus contactos y apretaste el número de la Yuli, pero aún así no la llamaste.—sonrió a boca cerrada y se encogió de hombros.—¿Por qué no la llamai? La Yuli me dijo que le pediste que corriera la tutoría que tenían ayer.

—Me sentía mal.—mentí, aunque no del todo.

—¿La estai evitando, León?

—Puede ser.—murmuré cabizbajo.

—No fuiste porque te contó lo del beso con el Cristóbal, ¿cierto?

Desvíe la mirada.—No fue por eso.

—No sabí mentir.

—Bueno, puede que haya sido por eso.—suspiré e hice una mueca.—La Yuli se ha vuelto alguien muy importante para mí, Milla. Me siento bien cuando estoy con ella, porque me transmite mucha seguridad y calma; lo último que quiero es que nuestra relación cague por mi culpa.

—¿Te gusta la Yuli?—soltó de la nada, dejándome perplejo.

—N-no.

La Milla me miró insatisfecha y volvió a formular su pregunta:

—¿No sentís nada por la Yuli, León?—me dio una de esas miradas que me da mi papá cuando intenta sacarme la verdad de algo a través de un interrogatorio.—¿O solo lo estai negando porque te da miedo admitir que la Yuli te está haciendo olvidar a la Magdalena y la relación turbia que tuvieron?

—Me da miedo, Milla.—musité bajoneado.

—¿Qué te da miedo?

—Volver a enamorarme y no sentirme suficiente.—balbucee.—No ser suficiente para la Yuli.—la miré con melancolía.—¿Tú cachai la inteligencia que carga esa mujer? Es la mina más brillante que he conocido en mi vida, Milla.—sonreí triste.—Ni cagando estaría con un hueón que ni siquiera supo poner límites en su antigua relación.

—No tiene nada que ver, León.—negó con desaprobación.—Yo creo que cualquier persona que conoce tu historia con la Magdalena sabe que no se trata solo de que "no hayai puesto límites".—me miró con cierta tristeza.—Teníai trece años, León, erai un cabro chico que se emocionaba cuando podía instalar juegos pirateados en tu computador.

—Es verdad.—me reí triste.

—Desafortunadamente te metiste con una hueona mucho más mayor que tú, que tenía más experiencia y otra mentalidad; una que en ese entonces era mucho más fuerte que la tuya y supo cómo usarla para manipularte a su gusto.

Tutorías pa' enamorar(nos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora