Secretos

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Días más tarde de la aparición de aquellos estudiantes y los nuevos profesores, Usagi y las chicas salieron de la escuela y a un par de cuadras de la puerta de la escuela a la que asistían estaba Mamoru Chiba, esperando a su novia y prometida, recargado sobre su auto.

Usagi, al verlo, corrió de inmediato hacia él, quien la recibió con los brazos abiertos, dándose un cálido abrazo y un tierno beso.

—Mamo-chan—Dijo Usagi con una sonrisa que Mamoru correspondió con otra sonrisa.

Se dieron otro largo y cálido abrazo, como si no se hubieran visto en siglos, y empezaron a caminar, tomados de la mano acarameladamente, mientras las chicas se quedaban atrás de ellos, para darles un tiempo a solas que sabían que deseaban para hablar cosas de parejas que a ellas no les incumbía.

—Saben... extraño mucho a Zoisite—Dijo Ami con nostalgia, mirando a aquella pareja de tortolos con cierto remordimiento, fue un pensamiendo inmediato que salió de su boca sin siquiera pensarlo mucho.

—Sí, me pasa lo mismo con Nephrite...—Dijo Makoto pensando en aquel hombre de cabellera castaña y larga de quien se enamoró en el pasado, era una imagen que la seguía a donde fuera... no le era fácil olvidar a aquel hombre.

—Yo estoy igual con Kunzite—Dijo Minako con una mirada nostálgica, pero contenta de ver que su princesa era feliz.

En ese momento, Rei intervino en la conversación —Sí, también me pasa con Jedite, pero saben algo chicas... ellos no querrían vernos así, lamentándonos, así que ¡Arriba ése ánimo!—Dijo Rei tratando de creerse sus propias palabras.

Las chicas sonrieron un poco tristes, pero sabían que Rei tenía razón.

Por su lado, Mamoru y Usagi estaban hablando muy metidos en su pripia burbuja rosa cuando Mamoru recibió una llamada telefónica, por un momento su cara se oscureció, pero esto pasó totalmente desapercibido por Usagi, que miró a su pareja cuando este colgó el teléfono.

—Oh, lo siento, Usako, parece ser que me necesitan en otra parte ¿Te llevo a tu casa?—Le preguntó Mamoru a su prometida, pero Usagi negó con la cabeza.

—No, tú trabajo es más importante, ve, me iré con las chicas, no te preocupes—Le dijo ella.

Mamoru se despidió de ella con un beso y una sonrisa, pero al darse la vuelta ésta última desapareció y se reflejó una emoción bastante complicada en su rostro...

Usagi se quedó en el parque junto a sus amigas, y poco tiempo después, empezaron a hablar y caminar por el parque, hablando sobre los nuevos alumnos que habían llegado a sus escuelas.

Rei les comentó que su nuevo compañero era sumamente misterioso, y se fueron al templo Hikawa para hablar con las Outers sobre la repentina aparición de las Malignas y de los "Caballeros de Atenea"...

Al atardecer, más o menos a eso de las seis, estaba Mamoru esperando impaciente en la entrada de la mansión Kido, después de la llamada que le hicieron pidiéndole que fuera ahí para hablar de algo sumamente importante para él...

—Por favor, pase—Le dijo Tatsumi, el mayordomo de la familia, con seriedad y educación.

Mamoru no tenía una cara muy amigable, sin duda algo le estaba molestando, el qué es algo difícil de decir.

Pasó al despacho de la señorita Saori Kido, la dueña de la mansión, que era quien le había llamado repentinamente en la tarde, y quien arruinó su buen humor y el momento con Usagi, recordándole los secretos que guardaba.

—Muy bien, ya estoy aquí ¿Qué quiere decir con eso de "Ya sé la verdad" señorita Saori? ¿Y cómo es que me conoce y obtuvo mi número de teléfono?—Dijo Mamoru mirando con cierto recelo a la pelilila, pensando que era una enemiga de la Tierra que amenazaba la vida de Usagi, mientras que la chica permanecía impasible a su mirada inquisidora.

—Mamoru Chiba ¿O debería llamarte por tu verdadero nombre... príncipe Endymion?—Le dijo Saori, que le daba la espalda, mirando el atardecer desde la ventana de su despacho, pensando en todo lo que ella recordaba de la Guerra Santa del siglo XVIII.

Mamoru abrió los ojos como platos ante la mención de ese nombre.

—Tú... ¿Cómo sabes ése nombre?—Le dijo Mamoru aterrado.

Saori miró de reojo a Mamoru, evitando que éste viera su rostro —Nos conocimos hace años, en Grecia, en aquel entonces, mi nombre era Sasha...—Le dijo Saori, sujetando también su báculo sagrado en la mano.

Mamoru entrecerró los ojos con sospecha, porque ciertamente recordaba a una Sasha de su vida pasada, pero era imposible que fueran la misma persona.

Saori, al ver la duda en el rostro del chico, supiró.

—Yo soy la reencarnación de Atenea en esta época—Finalizó Saori, dando media vuelta para encarar a Mamoru, quien abrió los ojos como platos ante su apariencia tan familiar —¿Qué... qué has dicho?—.

Saori lo miró directamente a los ojos, aunque Mamoru no quería creerle, sabía que no estaba mintiendo, sobre todo por ése báculo en su mano: la diosa de la sabiduría estaba frente a sus ojos.

Mamoru apretó los puños —No... no dejaré que la metan en esto ¿Tienes idea de lo que le ocurrirá si la vuelven a arriesgar? La reina me hizo jurar que nunca revelaría nada de esto ante ella—Dijo Mamoru lleno de ira.

Saori miró a Mamoru —Créame, príncipe Endymion, cuando le digo que ella ahora está totalmente fuera de peligro... él está muerto—Le dijo Saori.

Mamoru no creía que fuera así de fácil y miró con recelo a Saori, dudando de sus palabras.

Saori suspiró —Sé que ella le importa, sé que la ama, pero... ¿Qué hará, príncipe, cuando ella empiece a recordar esa parte enterrada de su pasado? ¿Qué hará cuando lo recuerde a él?—Le preguntó, y Mamoru sólo guardó silencio y soltó sus puños apretados con fuerza.

Saori miró al príncipe de la Tierra —Príncipe... usted sabe toda la verdad, debería pensar en su felicidad, si ella realmente le importa, déjela ser feliz con quien realmente ama y quien realmente la ama... la amó tanto que se sacrificó por ella... déjela elegir a quien quiere en su vida realmente—.

Mamoru suspiró con pesadez —Pero... el precio para ello es demasiado alto... ella ya ha sufrido demasiado, no quiero que sufra más, si algo le llegase a pasar... no me lo perdonaría nunca—Dijo Mamoru.

Saori miró a Mamoru —Tú no puedes decidir por ella, y lo sabes—Le dijo la pelilila con seriedad.

Saori pronunció un par de palabras, para dar por finalizado el asunto —Ella debe saber la verdad, Endymion... déjala saberlo antes de que sea demasiado tarde—.

Pegasus and the MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora