Johan Seong

1.6K 209 22
                                    

Cuando yo decidí salir a caminar para tomar aire, no pensaba que un perro me iba a atacar, mucho menos terminar humillada por el tipo ese.

— Es tu culpa. —sí, ese tipo.

Me encontraba en el suelo. Toda la calle estaba limpia, menos el sitio en dónde había caído. Me sorprendía bastante los sitios que el barro había alcanzado.

— ¿Sabes cuánto cuesta esta ropa?

Y no sería capaz de hacer ese comentario si no fuera por su actitud. El perrito no tenía la culpa, pero que el dueño se pusiera con esa altanería me enojaba bastante.

Su perro me ladró, haciendo que saltara en mi sitio.

Me quedé callada y él sonrió con burla.

Y cuando el perro se iba a lanzar a mí por orden suya, alguien golpeó al hombre, haciendo que el perro se asustara también.

— ¿Entrenar a un perro... Para atacar a los demás? —habló el chico de la capucha.— Lamentable.

Me quedé un tanto desconcertada cuando llegaron otros dos perros, mucho más pequeños que el que me iba a atacar... Estos tenían chaqueta a juego como si fueran un tipo de pandilla.

Sin poder evitarlo, una risa salió de mis labios.

El chico que iba de negro me miró confundido.

— Perdón, perdón. —me levanté riendo aún, aunque la sonrisa se me esfumó por el barro de mi ropa— Se ven tiernos, es todo. —dije ignorando mi apariencia.

Él pareció ofendido, pero sin más, tomó la correa y dió media vuelta.

— O-Oe no me dejes sola —miré al hombre que estaba tirado en el suelo. El perrito (enorme) parecía entre aliviado y asustado.— ¿Cómo puedo agradecerte?

Él se detuvo y yo sonreí esperanzada. Su mirada bajó un poco y lo seguí... ¿Por qué mira mis pies? Ah, mis zapatos se estropearon.

Maldición, eran de última colección y ahora estaban sucios.

— No se le puede hacer na-

— ¿Te invito un café?

Pareció meditarlo.

— Tú pagas.

Y sin más, comenzó a caminar. Yo más alegre, le seguí el paso.

No tardamos mucho en llegar a un lugar. Dejé que pudiera lo que quisiera, y hasta puede que me haya sentido un poco mal al ver que tenía tanta hambre.

Estábamos en una terraza, pues no queríamos dejar a los tres perros afuera. Sí... Tres, porque el pitbull agresivo se había convertido en una masita y ahora mismo estaba jugando con los otros dos.

— No me haz dicho tu nombre.

— Johan.

— Bien, Johan... Creo que... Toca hablar de los perros. —él se giró a ver a los tres.

— Edén y Miro son suficientes.

— Bueno, pues ellos parecen enojados contigo. —reí, pues estos dos estaban ladrándole al dueño, mientras que el otro solo estaba triste.

Se habían hecho amigos y debían separarlos.

Él pareció resignarse.

— Bien... Me lo llevo. —me dijo, pero un gruñido por parte del más grande lo hizo confundir.

¿Qué estaba pasando?

— Creo que no será la primera vez que nos veremos. —acerqué mi mano al perro grande y acaricié su cabeza, haciendo que se tranquilizara.— Me quedaré con él porque parece que ir contigo no es una opción.

Edén y Miro se sentaron al lado del Pitbull y se quedaron mirando fijamente a Johan, este parecía entenderles y... No parecía del todo satisfecho con lo que estaban "discutiendo".

— Te dejaré mi número. —me tendió su teléfono.— Te llamaré para que jueguen.

— Lo que haces por ellos... —susurré asombrada y agregué mi número, notando que solo habían tres contactos en su teléfono.— Bien, acordaremos por mensaje para que Edén y Miro puedan jugar con Galletita de Oreo.

Un silencio se formó entre nosotros.

Johan se levantó de la silla y se agachó a la altura del perro.

— Te puso un nombre de mierda ¿Seguro no quieres venir conmigo?

— ¿Eh? ¡¿Cómo que nombre de mierda?!

— ¿Quién le pone "Galletita de Oreo" a un pitbull?

— Es mi decisión.

— Adoptado... ¿Pero a qué costo?

— ¡Johan!

Y una sonrisa se posó en sus labios.

Me quedé en silencio observándolo... Tenía una sonrisa preciosa.

Sonreí correspondiendo el gesto.

Seguimos comiendo un poco, esta vez cruzando más palabras que antes. Más que nada era él enseñándome como podía cuidar del perro... Y claro, recordándome cada dos por tres que Galletita de Oreo no era un buen nombre. Es en lo único que no iba a hacerle caso, Galletita de Oreo se va a llamar, fin.

— Escríbeme. —me levanté tomé la correa del perro, pues la había agarrado antes cuando su antiguo dueño quedó inconsciente.

— ...Lo haré.

Me despedí de ambos perritos pequeños y claro, para despedirme del dueño solo le dí un pequeño puño en el pecho.

— Nos vemos pronto.

— Gracias.

Sonreí enormemente.

— Gracias a tí Johan.

Pues hoy, los perros no fueron los únicos que se convirtieron en amigos.

Sí... Nos volveríamos a ver.

One-Shots || Lookism-Hit ViralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora