Goo

1.9K 228 5
                                    

— Si no colaboras no podré ayudarte en nada —enfadada, me bajé el cubrebocas.

— No me gustan las agujas... —susurró.

Pero en cuanto volteó a verme, comenzó a actuar extraño.

— Pero no les tengo miedo, no le tengo miedo a nada ¿Sabes? Soy muy fuerte.

No me pagan lo suficiente.

— Una belleza como usted puede curarme... Y salir conmigo de paso.

— Señor, solo estoy aquí para sacar sangre. —le recordé moviendo la aguja entre mis manos, cansada de todo el show que estaba haciendo mi paciente.

Me subí el cubrebocas nuevamente, esperando que se le pase la locura.

Una vez logré sacarle la sangre, indiqué que podría recoger los resultados en una semana. Pensé que ahí acabaría mi sufrimiento...

— ¿Y? ¿Cuándo salimos? —se colocó el inmenso abrigo... Que estoy segura que había visto en alguna tienda de marca.

Supongo que es de esas personas que por tener dinero creen que pueden hacer lo que quieran con quien quieran.

— Cuando vuelvas a tener un exámen conmigo nos volveremos a ver. —noté su cara al decirlo, estaba segura que no volvería... O al menos no tan pronto. Su miedo a las agujas era realmente serio. Además, cuando ya tenga los resultados no será necesaria mi presencia.

Refunfuñó y salió del consultorio. Pensé que todo terminaría en eso, grande fue mi sorpresa cuando a los dos días apareció nuevamente.

Esta vez con un niño.

— Hay que hacerle exámenes. —dijo y lo empujó hacia mí.

No estoy muy segura de esto...

— ¿De quién es el niño?

— Son órdenes de Eugene. —al escuchar el nombre de mi jefe, hice que el niño se sentara.

Trabajar para Workers era raro. Solo era una enfermera, el doctor que está a cargo de mí suele decirme que debo ayudarlo con ciertas cosas mínimas de la clínica... Pero que en cuanto me mencionen el nombre de Eugene y "workers" debía obedecer.

— Así que eres de esos.

— Un cargo más alto, de hecho. —jadeé sorprendida y tomé al niño, para hacer el proceso.

— Mira, haz sido muy obediente. —tomé una curita y un dulce para dárselo.— Ya puedes levantarte corazón.

— Gracias. —el rubio detrás mío se levantó del asiento y tomó al niño. Luego tocó mi hombro— ¿Vamos a salir? Una cita.

— Lo pensaré. —no, no es cierto. Sonreí y lo guié a la puerta.— Tal vez a la próxima.

Y se volvió loco. De repente empezó a traer niños casi todos los días. No sé de dónde salían tantos críos, y hasta me dan a miedo pensar en que lo que estuviera haciendo no fuera correcto. Aunque el miedo a Workers era más grande.

Solté un suspiro una vez le cerré la puerta en la cara, nuevamente. No se rendía, cada vez que venía me pedía una cita, bromeaba, traía regalos que no podía recibir por políticas, pero... Era tan atento conmigo.

Mi cara se volvió un poema, cuando apenas habían pasado unos cinco minutos y ya tenía otra vez al rubio en la puerta del consultorio.

— Tardaré en conseguir otro niño, hazle el examen a este. —dijo empujando hacia dentro a una persona.

— Así que en esto haz estado perdiendo el tiempo, imbécil. —al ver a otro hombre igual de alto, grande, me puse nerviosa.

Él me miró y yo simplemente pude voltear mi cara, incómoda.

— No me voy a hacer un exámen de sangre, no lo necesito.

— ¡Oh vamos! Algo me dice que entre más sangre le dé, más chances tengo con ella.

— Pues vuelve y dale de la tuya.

¡Eso no tenía nada de sentido!

— Saldré contigo.

Ambos se quedaron en silencio ante mi respuesta.

— Te lo dije —una sonrisa victoriosa se asomó por sus labios.— Nadie se resiste a mí.

Sin poder evitarlo, solté una gran carcajada al escucharlo. Desde hacía mucho que nadie me hacía reír así. Sostuve mi estómago con una mano, y con la otra intenté tapar mi boca.

Al recordar en la situación en la que estaba, me callé. Tosí un poco para desviar la atención. Luego de unos segundos de silencio, el rubio decidió abrir la boca.

— Joder... —por primera vez, pude ver sus ojos a través de los lentes. Me miraba de una forma extraña, impresionado— Eso fue increíble.

¿Increíble? ¿Qué cosa?

— Nos vamos. No aguanto más esto. —dijo su compañero, lo tomó de la camisa y comenzó a arrastrarlo.

— Preciosa, llámame. —me lanzó una tarjeta, la cual tomé como pude.— Te estaré esperando.

Cuando abandonaron la sala, me senté sonrojada pensando en todo lo que había sucedido.

¿Qué se me pasó por la mente eso de decirle que sí?

Miré la tarjeta y la leí.

Así que se llama Goo...

Bueno, una cita no le hace daño a nadie.

One-Shots || Lookism-Hit ViralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora