¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un hibrido de pato se encontraba en el balcón de su habitación, fumando un cigarrillo mientras observaba la magnífica vista que la altura del edificio le proporcionaba. De un momento a otro, se giró de forma que su espalda baja se recargaba sobre el barandal y luego se dedicó a observar a un chico hibrido de oso que limpiaba su habitación. Cuando se terminó su cigarrillo lo aventó al suelo, aprovechándose que el de cabello blanco estaba barriendo el suelo.
–¿Tu amigo se volvió mudo? –preguntó seriopero estaba muy interesado en la respuesta ajena.
–Ehh no –respondió mientras continuaba con su labor– ¿Puedo preguntar porque cree eso, Big Q? –aún no se acostumbraba a llamar al joven híbrido de pato de esa forma.
El azabache desvío el rostro hacia la derecha durante unos segundos y después volvió a fijarse en el de ojos verdosos.
–Desde que llegaron, no ha dejado de abrir la boca para desafiarme –frunció ligeramente el entrecejo– Tiene un gusto por molestarme y de un día para otro dejó de hacerlo –se cruzó de brazos esperando una explicación.
El de cabello blanco soltó una pequeña risita y detuvo sus movimientos para mirar a su jefe– ¿Extrañas que Luzu te insulte? ¿Acaso eres masoquista? –preguntó divertido.
Esa respuesta no era lo que el menor esperaba escuchar y aquello le había molestado pero tampoco se lo iba a demostrar al otro.
–Se podría decir que un poco –se encogió de hombros– Y no dije que extrañara los pinches comentarios de tu amigo, simplemente se me hace extraño –dijo en un tono serio.
El mayor hizo una mueca– Luzu y yo no somos amigos –dijo restándole importancia y de inmediato continuó con su labor.
–¿Qué no llegaron juntos? –preguntó confundido.
–No significa que seamos amigos –respondió.
–Claro... Es bastante normal salir de vacaciones y divertirte con tu peor enemigo –puso los ojos en blanco con ironía.
–Escucha, animal de granja –se giró para mirar al azabache con una expresión seria en su rostro.
–¿Animal de granja? –preguntó sorprendido pero sin suavizar su entrecejo arrugado.
–Luzu y yo no somos amigos –declaró– Pero tampoco nos odiamos a muerte... O al menos yo no pienso matarlo cada vez que lo veo –explicó.
–¿Y te agrada? –preguntó interesado.
El de ojos esmeralda se encogió de hombros– A veces es bastante simpático pero la mayoría de veces suele ser un dolor de culo –respondió franco.