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-¿Y por qué yo? -preguntó confundido.
-Porque Big Q así lo ordenó -respondió Foolish en un tono neutral.
El híbrido de oso hizo una mueca de inconformidad- ¿Luzu también vendrá? -cuestionó.
-No -bajó la mirada hacia los papeles que se encontraban en la carpeta entre sus manos- Big Q lo puso a limpiar el restaurante -informó serio.
-Hubiera bastado un "Se quiso quedar a solas con él" -soltó un bufido- Qué suertudo.
El chico de piel dorada alejó su mirada de los papeles para observar al de cabello blanco.
-¿Te gusta Luzu? -preguntó curioso.
Rubius miró rápidamente al qué también era su jefe e inevitablemente frunció el ceño.
-¡Que no me gusta ese gilipollas! -gruñó- ¿Qué les hace pensar eso? -se cruzó de brazos un tanto molesto.
El rubio se encogió de hombros- Supongo que la pequeña obsesión que tienes con Luzu es porque lo odias -le restó importancia al tema.
-No tengo una obsesión por Luzu.
El administrador ya no respondió, continuó concentrado en los papeles que analizaba a profundidad, nada podía salir mal.
-¿Creés que tengo una obsesión por Luzu? -preguntó curioso.
Foolish simplemente cerró los ojos mientras soltaba un suspiro de cansancio.
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No debía, en realidad, no tenia nada que estar haciendo en esa oficina, pero había terminado con sus labores y Rubius aún no regresaba de la pequeña misión qué Quackity le había dado.
El de mirada carmín se encontraba en aquella gran y elegante oficina, sentado sobre el sofá, con un libro rojo en sus manos, atento a cada palabra escrita en cada una de las hojas blancas. Un híbrido de pato entró a la oficina con el entrecejo arrugado, estaba enfadado por no haber encontrado al castaño donde lo había dejado, pero su expresión facial se suavizó cuando lo vio cómodamente leyendo un libro, aquel que conocía a la perfección.
