XX

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Miguel se dio una ducha tras regresar a casa, se vistió con ropa holgada para usarla de pijama y se dejó caer en su cama para mirar el techo de su habitación. No lograba ordenar sus pensamientos, cerró los ojos y no pudo evitar sentir su rostro calentarse al recordar el beso. Tragó saliva por como la suavidad de aquellos labios permanecía tan vivido en su memoria, como aquel par de zafiros le miraron cuando el beso terminó y lo cobarde que fue al pedir tiempo para pensarlo. Pero lo necesitaba, tenía que pensar en aquello seriamente, era lo justo. Considerar las consecuencias de cualquier decisión que pudiera tomar y lo que tendría que aceptar si le rechazaba para continuar solo con su amistad.


Se recostó de lado mirando el reloj al lado de su cama. No estaba seguro si era correcto, si había pasado el tiempo suficiente desde la perdida de su familia, de si realmente estaba preparado para comenzar una nueva relación con otra persona.


Realmente quería creer que el castaño era serio al respecto, pero era tan irresponsable y bromista que le costaba. Volvió a girarse para quedar boca arriba mientras frotaba su rostro con ambas manos. El solo pensar en aceptarlo, pero que luego las cosas terminaran le hacían sentir una opresión en su pecho, no podría comenzar algo que no fuera para toda la vida, pero tampoco quería obligar al castaño a comprometerse de esa manera.


Habría muchas razones para rechazarlo, desde que no quería comenzar una relación que pudiese terminar hasta el inconveniente de que eran de diferentes dimensiones. Claro que al inicio no habría demasiado problema, podrían verse solo unos cuantos días a la semana, pero a la larga seguramente terminaría por ser un problema que solo los distanciaría y si permanecieran como amigos eso no importaría, pero tampoco estaba seguro de como se sentiría si el castaño comenzaba a salir con alguien más.


Como lo pidió el castaño le dio tiempo y espacio, no era evitado, pero el otro si mantenía su distancia cuando se encontraban en la misma habitación, aunque dejaba salir sus bromas de siempre no le presionaba o insistía. Miguel paseó su mirada por el tablero poniendo atención al marco del cuadro que le hizo el castaño, las gafas en forma de corazón que por alguna razón conservó y suspiró pesadamente. Genuinamente no sabía que hacer, pero quedarse a discutirlo consigo mismo no haría alguna diferencia por lo que decidió ir en busca del castaño encontrándolo en una de las aulas que solía utilizar para enseñar a los más jóvenes, solo que no se encontraba solo, el guitarrista y el indio le acompañaban. Se quedó por un instante mirándolos como hablaban y reían divertidos antes de adentrarse reventando aquella burbuja que el trío había creado.


— Mira quien nos está espiando. – Bromeó el que se levantaba acomodando su guitarra en su espalda. — Sabes que puedes hablarnos, eres parte de nuestro grupo.


— No estaba espiando. – Se defendió cruzándose de brazos al estar a unos pocos pasos de los tres. Pavitr miró al más alto y luego al castaño, se bajó del escritorio y se estiró un poco.


— Hobie, necesito tu ayuda con algo, ¿Les importa si nos vemos más tarde? – Los más grandes negaron con la cabeza, sujetó del brazo de Brown que se quejaba de que quería quedarse un rato más, pero fue ignorado por otro que le sacaba del lugar cerrando la puerta para darles algo de privacidad a los adultos.


Ambos se quedaron en silencio por unos minutos, Peter metía y sacaba papeles de su mochila sobre el escritorio sin mirar a quien parecía debatirse entre si hablar o no hasta que se acercó quedándose al costado del castaño.

Y si... ¿No fuera valiente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora