XVII

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Los días siguiendo transcurriendo sin mayor cambio para todos los demás, las anomalías seguían apareciendo, la mayoría ignoraba que algo hubiese cambiado entre el castaño y el mexicano. Después de todo, el que su amistad terminara no afectaba a nadie más que a ellos dos, así como a un par de jóvenes que entendían lo que sucedía y llegaba a frustrarles la manera en que al universo parecía no importarle en lo más mínimo. En más de una ocasión se encontraron mirando con esperanza que algo pasara cuando los mayores se encontraran, pero no sucedía. Si el castaño era llamado a una misión se quedaba en silencio mientras se le daban las ordenes y al final solo agregaba un "de acuerdo" y se iba tan rápido como había llegado.


Hobie se reclinaba en el asiento detrás del escritorio que Peter solía usar para dar sus lecciones a los novatos mientras Pavitr se mantenía sentado sobre el mismo escritorio cruzando sus brazos.


— ¿Deberíamos hacer algo? – Preguntó quien acomodaba la guitarra sobre sus piernas para tocar algunos acordes.


— Creo que ya hicimos lo suficiente. – Suspiró algo desanimado, quizá si no se hubieran entrometido todo habría terminado de diferente manera.


— Nosotros hicimos todo bien, fueron ellos los que lo arruinaron.


— No lo sé, quizá nos pasamos un poco de la raya.


— Por favor, si no fuera por nosotros ellos no habrían llegado ni a besarse.


— Quizás no tenían que hacerlo.


— Oh vamos Pav, ¿Realmente te crees lo que estás diciendo? Hasta yo que no soy un experto como tú puedo saber que ambos están en la misma página, pero son demasiado tontos como para darse cuenta.



Las estaciones siguieron transcurriendo hasta que la más odiada por el moreno llegó; el invierno. No solo por el frío que hacía en la ciudad o como la nieve dificultaba aún más el que pudiera maniobrar sobre los edificios, sino más que nada las festividades. Había aprendido a odiar las fiestas navideñas como ninguna. Ver a las familias pasear juntas le restregaban en la cara lo solo que él se encontraba, incluso la mayoría de hombres y mujeres araña solicitaban permiso para ausentarse durante esas fechas. Sin duda lo que más odiaba era que quienes se quedaban siempre solicitaban realizar alguna estúpida actividad, ya sea juegos relacionados con la fecha, una celebración, una cena o intercambios de regalos y aunque lo odiaba ahí estaba él mirando el mirando el pequeño papel con el nombre de a quien tendría que regalarle.


— Quisiera cambiar el mío.


— Sin cambios. – Comentó la IA sobre su hombro logrando que los presentes rieran bajo. — Ya todos tienen su nombre. Tienen tres días para conseguir un regalo, puede ser algo comprado o fabricado, la única regla es que tiene que ser algo que debe gustarle a quien le tengan que regalar. Quien dé el peor regalo tendrá un castigo. Miguel chasqueó la lengua rompiendo el pedazo de papel con el nombre antes de alejarse.


El mexicano caminaba de un lado al otro sobre la plataforma ante la divertida mirada de la IA que le seguía. Sabía que podía regalar, estaba seguro que le gustaría el regalo, pero no quería hacerlo, no quería regalarle nada a él. A cualquiera menos a él.

Y si... ¿No fuera valiente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora