XV

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Miguel se quejó cuando la incesante alerta de su despertador sonaba cada vez con mayor intensidad. Lo buscó tanteando su mesita auxiliar a un lado de su cama y al hacerla callar se relajó para buscar dormir de nuevo, pero en lugar de eso abrió los ojos de nuevo y se levantó tan rápido que se mareó un poco y sintió una punzada en su cerebro advirtiéndole de la clara resaca que tenía en ese momento. Miró alrededor reconociendo su habitación de inmediato, no recordaba como había regresado, notó como su ropa era la misma con la que había salido en la noche, ni siquiera se había quitado los zapatos. Bajó de la cama estirándose un poco arrepintiéndose cuando el dolor a su cabeza regresó, se quejó mientras se adentraba al baño para ver su aspecto desaliñado burlándose de si mismo antes de sentir un leve escozor en sus dedos mirándolos notando la marca de dientes en dos de ellos. Se sujetó el lavabo al recibir un violento ataque por parte de sus recuerdos o al menos algunos de ellos con el castaño. Lo había arruinado y en grande. Negó levemente con la cabeza mientras desordenaba aún más su cabello, no podía ser verdad, él no haría "eso" con un hombre, mucho menos con Peter. Regresó a su habitación para buscar su celular por todas partes, marcó el número del mayor, pero no obtuvo respuesta. Solo podía sentir una cosa en ese momento; pánico.


El castaño había apagado su celular cuando regresó a casa tras dejar a Miguel en la suya. Ahora que el placer había dejado su cuerpo la culpa se acumulaba en su ser, se sentía el peor de los amigos, ni siquiera podría seguir considerándose un amigo para Miguel, se había aprovechado de su estado para dejarse llevar y aunque no fue él quien lo atacó se sentía como si lo hubiera hecho por no detenerse, sabía que podía hacerlo, pero no lo hizo, se dio una ducha fría hasta ese momento notando las diferentes mordidas que marcaban su piel por el ardor que le causaba cuando se mojaban, al salir de la ducha se cambió y tomó una pequeña maleta para meter algo de ropa, no estaba huyendo, solo necesitaba descansar en un lugar tranquilo, donde nadie pudiese solo llegar sin invitación a cuestionarle. Se quitó el reloj y dejó el celular modificado por el castaño dentro de uno de sus cajones antes de salir de su hogar.


Miguel quería que lo tragara la tierra, que hubiera alguna catástrofe para estar lo suficientemente ocupado, pero ese maldito día todo estaba en calma, ni siquiera había anormalidades en los diversos universos. Con molestia revisaba cada pantalla que se proyectaba frente suya en busca de algo que hacer, pero no había nada. Se pasó todo ese día tenso al temer encontrarse con el castaño, pero no lo vio ni una sola vez, sin darse cuenta se encontró a si mismo recorriendo los lugares donde el mayor solía frecuentar; el gimnasio, las aulas, las duchas, la cafetería, su oficina. Acarició su barbilla mientras miraba al suelo, no había ni un rastro de Peter, debería sentirse aliviado, pero no lo estaba. Prefería poder evitarlo, pero sabiendo que se encontraba alrededor. Se regañó a sí mismo para luego obligarse a no pensar en ello.



Tres, cuatro, cinco días pasaron y al parecer nadie sabía nada de castaño. Miguel se movía de un lado al otro revisando sus pantallas, el reloj no emitía señal por lo que seguramente se encontraba apagado, el celular tampoco daba señales. Negó levemente con la cabeza, seguro se encontraba con su Hobie y Pavitr y él ahí pensando lo peor, se convenció de eso volviendo a concentrarse a su trabajo antes de ser interrumpido justamente por ese par. No pudo evitar rodar los ojos antes de darles la espalda sin bajar la plataforma.


— ¡Miguel! – Gritó el indio. — ¿Has visto a Peter? – Esa simple pregunta hizo que la incertidumbre se hundiera en su pecho como si fuese plomo. Sin creerlo del todo se dio la vuelta para mirarlos, se notaban preocupados también.

Y si... ¿No fuera valiente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora