"¿VELARYON?"

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ɪɴᴄʟᴜꜱᴏ ᴅᴇꜱᴘᴜÉꜱ ᴅᴇ ᴄᴏᴍᴇᴛᴇʀ ʟᴏꜱ ᴍÁꜱ ɢʀᴀɴᴅᴇꜱ ᴇʀʀᴏʀᴇꜱ, ᴛᴜ ᴄᴏʀᴀᴢÓɴ ʟᴀᴛɪÓ ᴘᴏʀ ᴍɪ

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ɪɴᴄʟᴜꜱᴏ ᴅᴇꜱᴘᴜÉꜱ ᴅᴇ ᴄᴏᴍᴇᴛᴇʀ ʟᴏꜱ ᴍÁꜱ ɢʀᴀɴᴅᴇꜱ ᴇʀʀᴏʀᴇꜱ, ᴛᴜ ᴄᴏʀᴀᴢÓɴ ʟᴀᴛɪÓ ᴘᴏʀ ᴍɪ.
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Rhaenyra sonrió al ver el pequeño bulto removerse entre sus brazos. El pequeño niño tenía unos hermosos ojos violetas, un par de cabellos platinados sobresalían de entre su cabecita, y esa hermosa sonrisa que adornada sus labios.

Ella estaba encantada con su primer vástago, fue cambiada por una que otra sirvienta, y las puertas de la habitación se abrieron. Viserys entraba sonriendo, orgullosa de su hija quien lo había convertido en abuelo.

— Las parteras me han dicho que a sido un varón. — dijo Viserys mientras se acercaba a la cama de su hija.

— Sano y fuerte padre, ¿quieres cargarlo? — pregunto la joven y el rey asintió.

— Es precioso, un digno Targaryen. — comentó Viserys y Rhaenyra sonrió.

— ¿Cómo está ella? Aún sigue encerrada en sus aposentos. — pregunto Rhaenyra a su padre.

— Aún, parece que el hecho de haber alumbrado una niña y no un varón la ha dejado triste. — suspiro el rey con tristeza.

— Ella se recuperará, tener una niña no es tan malo. Madre me dio a luz a mi, y he salido perfecta. — dijo con orgullo la joven.

— Ciertamente si mi niña. — el rey besó la frente de su hija y sonrió por sus palabras.

Por las puertas de la habitación un joven moreno entraba con prisa, sus ojos viajaron hasta el bulto que se acurrucaba entre los brazos del rey. Y se acercó con precaución para no molestar al pequeño.

— ¿Puedo? — pregunto el joven y el rey asintió.

Tomó al pequeño entre sus brazos y lo contempló, sus ojos se conectaron con los del tierno bebé, su mirada irradiaba ilusión y demasiado amor.

— Es perfecto. — dijo tratando de contener las lágrimas. — Eres perfecto mi amado dragón del mar. — tocó con ternura su pequeña carita haciendo el bebé sonriera al sentir el cosquilleo de las manos de su padre. — Las parteras me han dicho que el parto se adelantó una luna, ¿estas bien? — pregunto preocupado.

— Estoy bien Leanor. — ella sonrió tranquila. — Al parecer nuestro hijo deseaba salir antes. — contestó la joven ante la mirada algo incómodo del rey.

— Parece que será un príncipe bastante demandante. — dijo el moreno al notar que el pequeño se removía inquieto buscando acomodarse mejor.

Todos rieron ante lo dicho por el joven Velaryon. Leanor depósito suavemente a su hijo en los brazos de su esposa, ambos sonrieron dejando la tensión de lado para centrarse en su pequeño príncipe.

— Has hecho un magnífico trabajo hija. — halago el rey a su primogénita. — ¿Ya saben cómo se llamará mi nieto? — pregunto curioso.

— Aegon, él se llamará Aegon. — contestó con una enorme sonrisa en su rostro Rhaenyra.

— El nombre digno de un rey. — comentó Viserys encantado. — Ojalá vuestro futuro sea tan magnifico como el del conquistador, y tu reinado tan fuerte como el mismo. — le dio sus buenos deseos. — Dejaré que descanses hija, debes estar agotada. — el rey besó la frente de su hija por última vez, y miró al pequeño sonriendo para salir de la habitación.

El rey Viserys Targaryen ordenó quince días de celebración en honor a su nieto adorado, el primer vástago de su preciada hija, Rhaenyra Targaryen, la heredera.

El niño mimado de la corona, Aegon Velaryon quien con tan solo unos pocos minutos de nacido, se había convertido en el heredero al trono de hierro de su madre.

Mientras que una madre celebrará la vida de un hijo varón, otra se refundía en sus aposentos llorando de resignación por haber dado a luz una niña. La reina Alicent Higthower había alumbrado una luna antes que la princesa, pero los dioses no fueron piadosos con ella, pues su deseo de un varón, fue la desilusión de una niña.

Helena Targaryen, la princesa. Nació pateando fuerte y llorando descontrolada, la pequeña niña que no había sido tocada por su madre, y rechaza desde que nació. Sin embargo, la mirada de su padre se iluminó al verla. "Sangre de mi sangre" "Mi dulce princesa del sol y la luna."

Así fue llamada por su progenitor quien tenía el rostro iluminado y la mirada ansiosa de cargar a su pequeña, los dioses fueron buenos con el rey, pero no con la reina. Pues ellos sabían que sus deseos de un varón eran mera ambición por algo que jamás le pertenecería.

𝐄𝐋 𝐏𝐑Í𝐍𝐂𝐈𝐏𝐄 𝐐𝐔𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈Ó 𝐒𝐄𝐑.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora