"NUEVAS VIDAS."

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ʏᴏ ʀᴇᴄᴜᴇʀᴅᴏ ʟᴏꜱ ᴍᴏᴍᴇɴᴛᴏꜱ ᴅᴇ ᴛᴇɴᴇʀ Qᴜᴇ ᴍᴏʀɪʀ, ᴘᴇʀᴏ ᴇɴ ᴍᴇᴅɪᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴏꜱᴄᴜʀɪᴅᴀᴅ, ᴛᴜ ᴍᴀɴᴏ ᴍᴇ ꜱᴀʟᴠᴏ

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ʏᴏ ʀᴇᴄᴜᴇʀᴅᴏ ʟᴏꜱ ᴍᴏᴍᴇɴᴛᴏꜱ ᴅᴇ ᴛᴇɴᴇʀ Qᴜᴇ ᴍᴏʀɪʀ, ᴘᴇʀᴏ ᴇɴ ᴍᴇᴅɪᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴏꜱᴄᴜʀɪᴅᴀᴅ, ᴛᴜ ᴍᴀɴᴏ ᴍᴇ ꜱᴀʟᴠᴏ.
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Los días habían pasado con tranquilidad, Aegon había notado con cierta inquietud que sus padres estaban algo tensos. El pequeño príncipe quien disfrutaba de correr y causar revuelo los por pasillos.

Siempre detrás de él un séquito de sirvientas iban y no podía faltar su fiel guardia, Ser Harwin. El juramentado se había apegado al niño, Aegon lo había aceptado a regaña dientes, pues pensaba que el hombre arruinaría sus planes.

— Maldito hombre... ¿porqué tiene que ser perfecto? — se quejó Aegon, pues ahora entendía porque su madre adoraba a aquel Strong.

Después de un tiempo se acostumbro a la cercanía del Strong con su madre, el pequeño descubrió por error un día, que Rhaenyra tomaba Té de luna cada que estaba con el juramentado. Cosa que dejó apacible el corazón del niño.

Ser Harwin se comportaba como un segundo padre, cuidando y protegiendo al príncipe con su propia vida. El pequeño que estaba acostumbrado a correr por los pasillos de la fortaleza, causando revuelo. Y ese día no era la excepción, disfrutaba hacer de las suyas corriendo mientras reía.

Cinco nanas y tres guardias iban tras él, pero el niño poca importancia les daba. Aegon siguió corriendo hasta que terminó impactando contra aquel hombre que odiaba con profundo arraigo a su madre.

El juramento de la reina, Ser Criston Cole.

— Fíjate por donde vas mocoso. — espeto con molestia el pelinegro.

Aegon quien frunció el ceño con molestia, fijo sus ojos violeta intenso en el hombre. El príncipe un digno niño mimado alzó su voz a aquel idiota de capa blanca.

— ¡No! — negó con un tono firme. — ¡Arrodíllate! — ordenó.

Ser Criston se carcajeó por la actitud del pequeño de casi dos días con el nombre, Aegon lo miro con profundo arraigo y al ver la obstinación del juramentado, entonces, lo pateó con dureza.

— ¡Arrodíllate! — ordenó con mayor intensidad. — ¡Ahora! — dictó.

El juramentado tomó con brusquedad el brazo del pequeño, Aegon quien se removía queriendo zafarse del agarre que lo estaba lastimando, terminó cayendo al suelo, golpeando su cabeza.

𝐄𝐋 𝐏𝐑Í𝐍𝐂𝐈𝐏𝐄 𝐐𝐔𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈Ó 𝐒𝐄𝐑.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora