"LA CALIDEZ DE UNA FAMILIA."

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ᴄᴜᴀɴᴅᴏ ᴍᴇ ᴀʙʀᴀᴢᴀꜱ, ᴇꜱᴛᴏʏ ᴠɪᴠᴏ

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ᴄᴜᴀɴᴅᴏ ᴍᴇ ᴀʙʀᴀᴢᴀꜱ, ᴇꜱᴛᴏʏ ᴠɪᴠᴏ.
ꜱᴏᴍᴏꜱ ᴄᴏᴍᴏ ᴅɪᴀᴍᴀɴᴛᴇꜱ ᴇɴ ᴇʟ ᴄɪᴇʟᴏ.
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Aegon retozó de gusto cuando sintió como su tía Laena lo levantaba, sus manitos se agitaba cuando la suave brisa de High Tide se extendió por todo su cuerpo. El pequeño niño había pasado sus últimas dos semanas en Driftmark, lejos del caos y el parloteo de la corte.

Sus pequeños hermanos retozaban felices en la arena mientras su abuela Rhaenys los cuidaba, Aegon miro todo con calidez. Ahora tenía cuatro días con el nombre, ya no se consideraba más un bebé, aunque bueno, para su preciada tía y su abuela siempre sería un pequeño bebé mimado.

Dio un par de pasos hacia el mar, la suave arena y la helada agua se deslizaban por sus pies, miro hacia el horizonte deseando ver algún vestigio de sus padres o abuelo, algo que lo hiciera tener la esperanza de que ellos estarían bien. Sintió una ráfaga de viento, alzó sus ojos y estos se abrieron como platos cuando vio la bandera de la casa Velaryon ondear a los lejos.

Aegon se removió con felicidad, corrió hasta adentrarse en el mar, Laena corrió enseguida detrás de él pues el mar estaba en calma pero temía aún así que el pequeño fuera llevado con el desconocido. Su corazón se sintió en paz cuando el barco estuvo lo suficientemente cerca, la figura de un hombre alto, moreno, con cabellos platinados y una sonrisa exorbitante llenaron el corazón del pequeño niño.

— ÉL ABUELO ESTÁ AQUÍ. — gritó con emoción Aegon mientras era sujetado por Laena para evitar que nadara hasta la enorme embarcación.

Pronto vio como pequeñas barcazas se acercaba a la orilla de la playa en donde Aegon esperaba a su adorado abuelo junto a su abuela, tía y hermanos. Fue cuestión de segundos para que el pequeño príncipe corriera hasta los brazos del progenitor de su padre. Se reconfortó tanto estar en aquellos calidez brazos que hundió su rostro en el pecho del Velaryon.

— Te extrañe mucho abuelo. — susurró el pequeño mientras sentía la calidez de su abuelo.

— Y yo a ti mi adorado dragón de mar. — el Señor de las mareas acuñó en su pecho a su preciado nieto mientras sentía que su vida volvía a tener sentido al ver nuevamente a su familia.

Rhaenys se aproximó a su esposo, ambos se envolvieron en un abrazo extenso con lágrimas saliendo. Los esposos se sentían plenos uno al lado del otro, un beso lo suficientemente apasionado y algo perturbador para los pequeños fue dado. Para después ser Laena quien fuera recibida por los brazo de su amado padre.

— Ven padre, mira que grande están los pequeños Jacaerys y Visenya. — Laena llegó a su padre hasta donde los pequeños retoños de su segundo hijo se encontraban, los niños con timidez se acercaron hasta donde su abuelo.

El Velaryon los envolvió en sus brazos, depositando un cálido beso en la coronilla de cada uno, cuando vio a la pequeña Visenya, sin duda alguna era la viva imagen de la fallecida madre de su esposa. Mientras que Jacaerys tenía rasgos marcados tanto de Rhaenyra como de Leanor.

— Mis niños, he traído cofres llenos de oro, joyas y ropajes para ustedes. — dijo Corlys mientras colocaba a los pequeños en la arena.

Ambos sonrieron entendiendo algo de lo que su abuelo les decía, Aegon se aproximó a su abuelo con la esperanza de saber si sus padres estaban bien.

— Abuelo, ¿Dónde está mi madre y mi padre? — pregunto el pequeño con desespero, y una sonrisa en el rostro de su abuelo pudo llenar su duda.

— Mira hacia el horizonte pequeño dragón de mar. — contestó el mayor sonriente.

Su rostro resplandeció de felicidad, a lo lejos se podía ver dos dragones adentrarse a las costas de High Tide, sabía perfectamente de quienes se trataban. Su corazón se aceleró a medida que los dragones se acercaban y como una bomba de tiempo, el niño corrió hasta el extremo del monte rocoso que se abría paso en el borde del enorme castillo.

Ni siquiera le importo si sus ropajes se ensuciarán, o si estaba descalzo y alguna roca lo podría lastimar. Él necesitaba llegar hasta donde su padre y madre estaban a punto de aterrizar. Su corazón se hizo pequeño cuando sus ojos se conectaron con los de su madre que rápidamente bajo de Syrax para poder encontrarse con su pequeño príncipe.

— ¡MAMÁ! ¡MAMÁ! — Aegon corrió como si su vida dependiera de ello hasta donde su preciada madre se encontraba.

Rhaenyra lo envolvió en cálidos brazos mientras sentía las lágrimas desbordarse de sus ojos, al fin estaba abrazando a su amado y preciado niño adorado. Lo besó sin parar por todo el rostro mientras Aegon se aferraba a ella.

— Mi amado niño, como te he extrañado. — ella lo contuvo con sus brazos para luego darle una mirada.

Aegon estaba muy crecido, su cabello peinado hacia atrás, con sus brillantes ojos violetas, y esa cálida sonrisa que siempre lo caracterizaba. Lucia más alto, bastante más introvertido y con una chispa de vida como ninguna otra. Parecía estar músculos, Rhaenyra por un momento pensó estar loca.

— ¿Has estado practicando con la espada Aegon? — pregunto Rhaenyra a su hijo con el ceño fruncido.

— Si madre, espero no te moleste. Ser Harwin me ha entrenado desde hace medio año, quiero estar preparado la siguiente vez que tú y padre marchen a la guerra, sin duda alguna estaré allí para protegerlos. — declaró el pequeño.

Su madre lo colmó de besos y mimos mientras apreciaba con su corazón lleno de amor a su primer hijo, Aegon quien no se pudo contener de la felicidad al ver a Bruma descender desde los cielos y el rostro de su padre se plasmó en su mente. Se despegó al instante de los brazos de su madre y como una ráfaga de viento, corrió sin precedente hasta encontrarse con la calidez que su padre le brindaba en su pecho.

— ¡Mi adorado hijo! — Laenor envolvió en sus brazos a Aegon, el Velaryon lo acuñó en su pecho con profundo amor, mientas las lágrimas se desbordaron de sus ojos.

El corazón de Aegon estuvo lleno aquel día, en donde volvió a los cálidos brazos de su abuelo y padres. Tanto Laenor como Rhaenyra llenaron de mimos, besos y regalos a su tres vástagos como nunca. Y sin dejar de mencionar a Lord Corlys, que entregó 15 cofres de oro a cada uno de sus nietos.

Aquella noche en donde la oscuridad envolvía el cielo nublado y reacio a tener estrellas pero la luz de la luna brindaba esa calidez a los aposentos en donde un pequeño príncipe junto a sus dos hermanos, dormían con placidez en los brazos de sus amados padres.

Aegon no había sido afortunado en su primera vida, pero en esta segunda, sin duda alguna, los dioses lo habían favorecido.

𝐄𝐋 𝐏𝐑Í𝐍𝐂𝐈𝐏𝐄 𝐐𝐔𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈Ó 𝐒𝐄𝐑.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora