En un tiempo donde la guerra era tan continua, donde la muerte tocaba puertas, donde los valientes luchaban y donde los mas astutos ganaban.
Un tiempo donde el gran coronel apodado como la muerte, era un hombre hermoso, con una fuerza e intelecto qu...
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—Scarlett, comenzó a levantarse lentamente, con un dolor agudo que le recorría todo su cuerpo, esta estaba agotada, pero no podía darse el lujo de descansar, tenía vendas que envolvían su espalda las cuales les había puesto su institutriz tratando de curarla. De pronto un sonido ensordecedor se escuchaba en la puerta, golpes abruptos, constantes y el sonido de una voz, que era habitual.
—¡Sal de ahí! ¡Ven a limpiar los pisos!
Que pobre y miserable es esta chica, una madre muerta, un padre ausente el cual siempre la ignora, una madrastra abusiva, la cual busca cualquier escusa para reprenderla, una hermana caprichosa egoísta y calculadora, sirvientes crueles que no la respetaban y buscaban continuamente la manera de hacerle daño. Las únicas personas que se preocupaban por ella estaban obligadas a odiarla en frente de todos. Esta chica sí que tiene una vida de mierda.
Perdida en un mar de pensamientos los cuales se repetían una y otra vez, mientras limpiaba el piso con un trapo que su hermana se había tomado la molestia de prerarle, en él se encontraban fragmentos de vidrios la cual le tenía, la mano roja y brotando gotas de sangre, el dolor de los pequeños fragmentos en su piel era continuo, no podía solo tirar ese trapo y enfrentar a su hermana, pues muchas sirvientas la observaban para asegurarse de que lo estuviera usando. Sabía que el castigo sería peor si no lo usaba, por fuera se veía sumisa, débil y patética, pero por dentro estaba muy molesta un fuego en ella estaba iniciando y no abrió nadie que pudiera apagarlo.
La palabra "venganza" broto en su interior como una llama, de esas que empezaron por ser solo brazas. Aunque la idea de vengarse de todos aquellos que le habían hecho mucho daño era razonable, pero guardaba esperanza de que ellos en el fondo cambiarían, tenía fe en eso.
Solo el continuo abuso de castigos y maltratos desde que había nacido, pues no recordaba ni un solo momento en el que su padre la hubiera tratado como una hija, anhelaba recibir aunque sea una pizca de todo el amor que recibía Alexandra, talvez si no hubiera nacido con este color, abría recibido un mejor trato, talvez y solo talvez seria así. Aquellos momentos en los que su padre pasaba todo el tiempo que pudiera con Alexandra y su madrastra, llevándolas a apreciar las flores del jardín, su padre solía decir que Alexandra era como el Jazmín, dulce y delicada, agradable a la vista de todos, en cuanto a mí, solo me ve con desprecio, yo soy igual que las rosas que suele odiar, una flor seductora y llenas de espinas, había una orden de no dejar que hubiera esa flor por ningún lado de la mansión.
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