CAPÍTULO IX

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"Un corazón azul"

—Murmullos se escuchó, todas las personas del salón quedaron atónitas al ver al Coronel Gilbert, las señoritas se encontraban sonrojadas y tratando de poner su mejor sonrisa para atraer al Coronel, él definitivamente era él centró de atención. Una ruborizada Alexandra se encontraba admirando aquel hombre con porte imponente, que hacía babear a cualquier damisela, sus ojos se engrandecieron y en un momento por llamar la atención del Coronel llevo su delicada mano, hasta su pecho, revelando un pronunciando escote y con una mirada inocente se dirigió hacia él.

—Coronel... Le presento a mi hija, Alexandra Katrinna Carmott. —Expreso el General, tratando de hacer resaltar a su hija para que captara la atención del Coronel.

—Es un placer conocer la señorita Carmott, feliz cumpleaños. —Expreso el coronel sin una gota de emoción, pues podía ver a kilómetros las intensiones de ella y su padre.

—Es un placer conocer al admirado Coronel Gilbert, es usted un hombre realmente guapo. Perdone mi insolencia si lo he ofendido, con mi alago, por favor no me culpe. —Inclinando su cabeza y poniéndose lo más inocente que puede llegar hacer.

—No se preocupe señorita Carmott, soy inmune a halagos vacíos y más si estos quieren llamar mi atención de manera tan tonta. — Respondió el Coronel dejándola con la palabra en la boca y dirigiéndose a ver a sus majestades.

La mirada de Alexandra se oscureció, pues como este hombre pudo rechazarla, ni su encanto pudo doblegarlo, pero este hombre debía ser suyo. —Pensaba mientras se mordisqueaba su uña de manera molesta.

El coronel Gilbert se dirigió hacia sus majestades, para presentar sus respetos.

—Me inclino hacia sus majestades. —Expreso.

—Mi querido sobrino, no tienes ninguna herida ¡Estás bien! —Expreso el Rey Rafael Leo Gilbert Román. Aquel hombre alto y barbudo, con armadura dorada y capa blanca que en esta poseía el escudo del reino, pero su presencia reflejaba sabiduría, un corte en su mejilla, se hacía resaltar, pero no para volverlo poco agraciado, sino que afianzaba su presencia y dejaba en claro los años de experiencia que este poseía fuera y dentro del campo de batalla.

—Estoy bien su majestad, no se preocupe.

—Desearía haber tenido un hijo como tú, tan capas y leal al reino, ¡Estoy orgulloso de ti!—Mencionó el Rey, dándole palmadas al coronel en el hombro.

—Si primo, no ves cuanto te quiere mi padre, incluso más que a mí. —Expreso Leonar con furia en sus ojos y una botella de vino en su mano. Aquel joven se veía realmente molesto debido a toda la atención que el Coronel recibía.

—Siempre serás una, deshonra Leonar, tal vez si no fueras un libertino que sé la pasa de burdel en burdel e hicieras algo de bien no solo para ti, sino para el reino, no estaría tan decepcionado de ti. —Proclamo el rey furioso.

—Es suficiente Leonar, cálmate y vete a bañar... ¡Apestas!. —Expreso la reina Lucia Carolin Morgan Fats. Sujetándolo del brazo y llamando a su mayordomo para que se lo lleve.

Todos tenían la mirada en ellos por uno segundos, pero luego la música comenzó a tocar y fue como si todo lo visto y escuchado quedara como típica pelea familiar, puesto que hasta en la realeza había problemas con algunos miembros de la familia, el príncipe heredero Leonar tenía su reputación por el piso, y todo apuntaba a que el rey quería a su sobrino como próximo monarca a dirigir el reino.

—¡Gilbert!... Estas de vuelta. —Se escuchó mientras una señorita de cabello café, ojos almendrados y sonrisa dulce, vestido color crema y un maquillaje dulcemente resaltando esa tierna mirada que posee, la portadora de aquella voz que menciona, aquel nombre de manera tan informal. Fuera corriendo en dirección al Coronel, para posteriormente lanzarse en sus brazos dándole un cálido abrazo de bienvenida.

La dama fea: Corazón EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora