Can you feel my heart go black?

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El negociador había quedado arrasado for Minjeong. No había tenido literalmente nada que hacer contra ella. La joven había hablado rápido, fuerte y decidida, y el señor no había tenido tiempo ni para replicar una condición. Las había aceptado todas, entre intimidado e impresionado. Genial. Ahora sólo tenían que ir al polígono donde habían quedado para hacer el intercambio. Un hombre bajo, regordete y medio calvo por unos cuantos de cientos de miles de dólares. El lugar del trueque estaba a unos veinte minutos del de la negociación, y las cuatro chicas fueron en silencio en los asientos traseros del camión conducido por Jaemin. Giselle y Ningning custodiarían al rehén en el lugar acordado y Jimin acompañaría a Minjeong a por el dinero por lo que pudiera pasar, preparada para liarse a puñetazos si algo salía mal. Aunque no había ni una mínima posibilidad de que algo saliera bien aquella noche. Minjeong iba a matarla, a sangre fría y sin preguntar. O al menos, así estaba estipulado, aunque por supuesto, Jimin no iba a dejarse morir tan fácilmente. Los jefes más poderosos de las mafias de más de un país lo habían intentado y allí seguía ella, vivita y coleando.

                     

El camión se detuvo en un polígono industrial, Jimin bajó al rehén de un tirón y lo puso de rodillas en el suelo.

                     

- ¿Podréis mantenerlo quieto y callado? - preguntó a sus dos compañeras.

                     

- Oh, sí - contestó Giselle -. Ningning y yo hemos estado trabajando en equipo, ¿verdad, Ning?

                     

La más joven asintió, y sacó un pequeño interruptor de su bolsillo.

                     

- Gigi y yo hemos programado un dispositivo explosivo que se activa con este interruptor, y por si lo perdemos, nos lo quita, o cualquier otro imprevisto, también se detona si se mueve a una velocidad mayor de dos kilómetros por hora, pero nuestro amigo no va a darnos problemas, ¿a que no?

                     

El hombre negó rápidamente con la cabeza, sudando.

                     

- ¡Ey, ey, ey, cuidado! - exclamó Giselle -. Que tienes el dispositivo en la oreja y estás negando a más de dos kilómetros por hora.

                     

Jimin pudo ver el terror en los ojos del hombre. Sonrió. Toda aquella mierda del dispositivo que explotaba era un farol, pero las dos otras chicas disfrutaban haciendo de psicópatas asesinas, a parte de ser un método muy efectivo para mantener al hombre quieto y callado. De todas formas, las pistolas colgadas de las cinturas de ambas eran suficientemente intimidantes como para tratar de huir.

                     

- Si no os decimos nada en una hora os lo cargáis - decidió Minjeong, echando a andar hasta el punto de recogida del dinero -. Y acordaos del gas amnésico para que no pueda delatarnos.

                     

Jimin la siguió, mirando su reloj. Las 23:19. Ocho minutos. Miró hacia detrás, sabiendo que aquella sería la última vez que podría mirar a Giselle y a Ningning con normalidad. Las miró como las amigas en las que se habían convertido. Cuando la misión acabara, o estaría muerta, o habría matado a Minjeong, cosa que las otras dos no le perdonarían ni en cinco vidas. Suspiró, comprobando que todas sus armas estuvieran en su sitio. Miró a Minjeong observar los letreros, comprobando que estaban en el sitio correcto. Estaba tan hermosa. Siempre lo estaba, y con el tiempo Jimin había descubierto que no era sólo cosa del exterior. Eran las 23:22.

Professional Killer - Winrina/JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora