Never needed nothing else

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Jimin hablaba animadamente con el taxista mientras las otras tres iban en el asiento trasero encogidas de miedo. Habían llegado un rato antes a aquella región montañosa del norte de Francia, y un coche las había recogido en el aeropuerto. Habían metido las maletas de Minjeong en el maletero, y la de las demás a los pies de los asientos, haciendo que tuvieran que ir con las piernas encogidas. Podían abandonar su empresa arriesgando sus vidas, pero definitivamente Minjeong no iba a dejar todos sus Gucci allí. Por lo visto, se dirigían a un pequeño pueblo semioculto en la montaña, casi olvidado por la sociedad, donde había crecido Jimin hasta los once años con su niñera y su hermano. La pelinegra se veía feliz, más relajada a pesar del clima húmedo que estaba poniendo de los nervios a Giselle.

                     

Aunque para ser sinceros, no tenía tiempo para enfadarse con el clima mientras rezaba por su vida. Para llegar, el taxi tenía que atravesar una estrecha carretera llena de curvas por la ladera de la montaña, dando tumbos y más rápido de lo que ella hubiese conducido. Y para colmo, no entendían nada de la conversación de los asientos delanteros.

                     

- Minjeong yo no me fío mucho, eh - murmuró Giselle, que iba en medio, esperando salir despedida por el parabrisas con cualquier frenada -. A lo mejor están hablando de despeñarnos y no nos estamos enterando de nada.

                     

Ningning rió, aunque en el fondo, Giselle no lo decía en broma. Se relajó pensando en que el pueblo tenía playa y hacía mucho calor, lo que significaba bikinis, camisetas pegadas a la piel y pantalones muy cortos durante su estancia allí. No era el Caribe, pero a caballo regalado...

                     

- Nos quedaremos hasta que se calmen un poco las cosas - dijo Jimin en coreano mirando por el retrovisor -. Vamos a esperar hasta que se olviden algo de vosotras.

                     

- No lo harán - negó Minjeong.

                     

Claro que no. Ellas eran su proyecto. Una inversión millonaria para unos beneficios estratosféricos. 

                     

- Pero al menos que se pase un poco la tormenta - aceptó Jimin.

                     

- ¿Vamos a ver a tu hermano, Yuji? - se interesó Ningning, que lejos de tener el miedo a las alturas de Giselle, miraba emocionada por la ventana.

                     

- Hablé por teléfono con Lawan en el aeropuerto - confirmó -. No iremos a su casa para no ponerlos mucho en peligro, pero puede que vengan al hotel donde nos quedaremos.

                     

Minjeong sonrió, ilusionada por la perspectiva de conocer a la persona que había criado a Jimin, y también algo asustada. Aquello era como conocer a sus padres, y un miedo adolescente la asoló. ¿Y si aquella Lawan creía que no era lo bastante buena para su Yuji? ¿Y si no le caía bien? "Calma, Minjeong, que ni estáis saliendo". ¿No lo estaban? ¿Qué era todo aquello? Minjeong se pasó el resto del camino preguntándoselo, mientras Giselle se ponía cada vez más verde.

                     

- Podría haberme ido a las Bahamas con la pasta de la rata de Soo Man - gruñía -. Pero, no, dijeron. Vamos en busca de la nueva a un país húmedo y en un vuelo en turista, dijeron. Merecerá la pena, dijeron.

Professional Killer - Winrina/JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora