When you speak my name, Minjeong

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Minjeong llevaba largo rato observando a aquel grupo de chicas sentadas en la mesa del fondo, mientras ponía cafés y limpiaba el mostrador. Habían entrado un rato antes, no habían pedido nada, y se habían instalado allí. Hablaban en susurros, y de vez en cuando, pensando que Minjeong no las veía, echaban rápidos vistazos hacia ella. Minjeong suspiró. La mayoría de veces que se encontraba a clientes así solían ser hombres mayores, a los que el encargado tenía que acabar echando por mirones, y aquellas tres mujeres no encajaban para nada con ese perfil. No le dio mayor importancia y continuó con sus labores, repasando en su mente los apuntes de la universidad. Aquel curso le estaba resultando extrañamente fácil, como si ya lo hubiera superado anteriormente. Volvió su mirada, curiosa, a la mesa. Dos de ellas eran pelinegras, y una de ellas escondía su cara en una gorra deportiva. La otra, que tenía el pelo negro, tenía un brazo pasado por los hombros de la chica sentada a su lado. Minjeong observó, con sorpresa, como la de la gorra se levantaba y comenzaba a caminar hacia la barra. Era muy alta, de pasos firmes. Se movía casi como un felino a punto de saltar. Llevaba unos anchos pantalones negros con los perniles recogidos en unas botas militares, y una amplia sudadera morada un par de tallas más grande de la suya. Minjeong la recibió con una sonrisa. Por fin se dignaban a pedir.

                     

Jimin, Ningning y Giselle habían entrado al establecimiento veinte minutos antes, nerviosas y emocionadas. Por fin iban a estar las cuatro juntas. Habían pasado muchas cosas en esas dos semanas. Después de tomar la SM Building, Jimin se había autoproclamado nueva jefa y propietaria, y ciertamente, las leyes la respaldaban. Era la única descendiente de Khalan Yu, y al morir este, el cincuenta y uno por ciento de las acciones de la empresa habían pasado a su propiedad. ¿Qué pasaba con el otro cuarenta y nueve por ciento? Soo Man estaba muerto, y no tenía mujer o hijos, pero sí tenía herederos, más bien herederas, aunque él mismo no lo hubiera sabido. Soo Man había "adoptado" a Minjeong, Ningning y Giselle en su infancia para no tener ningún problema legal con las prácticas de SM. Así que, y después de consultarlo con un abogado, cada una de las tres poseía un dieciséis con cuatro por ciento de la empresa. En otras palabras, SM era suyo, y habían pasado de ser ricas a tener una de las mayores fortunas de Corea y del mundo.

                     

Apenas habían resuelto esos asuntos, Jimin y Ningning habían comenzado la búsqueda desesperada de las dos mayores. Encontrar a Giselle había sido fácil; sólo habían tenido que entrar en una retransmisión en directo de la competición nacional de aquel videojuego de zombies que tanto le gustaba, y al ver que el user ganador se llamaba Gigicken, no lo dudaron un segundo. Entraron en contacto con ella, con el pretexto de un contrato millonario relacionado con los videojuegos, habían ido a su piso, y les había bastado con dar un paso dentro para que Giselle cayera desmayada. No la habían llevado al hospital esa vez, la habían tumbado en el sofá y habían esperado que el shock pasara. Jimin había revuelto el piso buscando cualquier evidencia de Minjeong sin resultados mientras que Ningning estaba a su lado acariciándole el pelo. Jimin había mirado desde la cocina cómo se despertaba y se aferraba a Ningning sumida en llanto como si fuera una niña. Giselle gritaba nerviosa y la otra le susurraba palabras tranquilizantes, le decía que todo había pasado. Los ojos de la mayor habían caído en la pelinegra y para su sorpresa, la había invitado a sumarse a ese enrevesado abrazo lacrimógeno en el que estaban envueltas. Después había preguntado por su mejor amiga, había dicho el nombre de Minjeong con un hilo de voz.

                     

-La encontraremos, Gigi, no te preocupes - había prometido Jimin, diciéndoselo más a ella misma que a la otra.

                     

Y allí estaban, en ese bar de mala muerte cerca de la universidad. Habían entrado escrutándolo todo con la mirada, y Giselle había tenido que agarrar a Jimin de la capucha de la sudadera para que no saliera corriendo, saltase la barra y se tirara encima de Minjeong. "No queremos que le de un infarto, ni que se desmaye delante de toda esta gente", había dicho. Jimin había asentido y se había sentado en uno de los duros sofás de las mesas del fondo, sin poder parar de mirarla o temblar. Habían pasado casi media hora discutiendo cómo se acercarían, y al final habían decidido que Jimin iría a pedir a la barra.

Professional Killer - Winrina/JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora