Capítulo 29

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Entré con Alexey, pues el mayordomo dijo que estaban por servir la comida e Indira apresuró a los cocineros.

Subí al ala a dejar la bolsa en la habitación y no demoré en bajar de vuelta.

Mientras descendía por las escaleras, murmuré los nombres que recordaba: Indira, Esteban, Phil, Abraham, Gerard, Moisés, África, Emma, Vera, Sander... ¿Por qué está aquí? Era el mismo, sin duda. Tal vez nunca haya hablado con él, e igual recuerdo su rostro a la perfección.

—Jane —habló Karen en el momento en que me vio—, ven, linda —se dirigió a la sala. La seguí y tomé asiento, así como ella. Esta dejó a un lado la revista que traía en las manos y recargó un codo en el brazo del sillón para situar el mentón sobre su puño—. ¿Fuiste a ver a tu mamá? —inquirió. Creí que me diría algo más importante, dada su actitud.

—No..., no estaba, pero fui a ver a mi tío.

—¿Héctor?

—Colec.

—Ah, claro, el que vive en Italia.

—Vivía —corregí.

—Oh... Me gustaría verlos, claro, si me dejas acompañarte un día —sugirió.

Ella no parece una piraña, es mucho más amable que Alicia y sus dientes son muy bonitos, además, no tiene ni un solo colmillo más grande o afilado de lo normal.

—Seguro...

Durante la cena, Yale estuvo en silencio, sin expresar nada. Prefiero el sigilo, en cambio, no cuando siento que es mi culpa.

Yo nunca debería estar molesta. Según las palabras de Alicia, por ningún motivo puedo ser yo la que se irrite primero.

No sé en qué estaba pensando al pedirme tomar este papel; a veces me molesto por cosas que ni siquiera entiendo, aparte de que no acostumbro sonreír y asentir como lo hacen la matriarca y Karen.

Pipa me dijo que la sonrisa de Hugo era un mecanismo de defensa, sin mencionar la famosa exclusividad de la misma. Detrás de su expresión escondía dolor, angustia y sufrimiento. Jamás pregunté, ya que era normal e indispensable desconocer la naturaleza que resguardaban los problemas de los internos.

Volviendo a la primera instancia. La razón de que yo casi nunca me ría no es porque no entienda el sentido del humor de otras personas, de hecho, algunas veces me parecen graciosas las palabras que escucho, lo que sucede es que no veo el humor como un recurso necesario para mí. Hugo siempre sonreía por todos en Bathory y quiero pensar que aún sigue cubriendo mi desabrida inexpresividad.

Una vez que fue prudente retirarme, subí al ala, donde Emma se encontraba limpiando la pequeña sala. Por un segundo consideré pedirle que se fuera; no lo hice, ella misma me dijo que lo único que hace es su trabajo, de manera que no es nada personal el que me moleste su sola presencia.

Pasé de largo, entré a la habitación y cerré con seguro.

La bolsa que Logan me dio la había dejado sobre la cama. Me senté para escanear la habitación, buscando un sitio dónde poner todo esto y que se encuentre fuera de la vista de Emma.

Separé las piernas y agaché la cabeza. La cama.

Si bien soy débil, puedo levantar un colchón, lo sé a la perfección... Me llevó diez minutos, y tres respiros para asegurarme de que los huesos de mis brazos seguían en su sitio, poder levantarlo. Ya con espacio suficiente, acomodé todo dentro de la bolsa, incluyendo el folder, y la puse en la cama para luego colocar la colchoneta encima, justo como estaba antes de que lo moviera.

Tokio Blues tenía entre las páginas la fotografía de Lucas, esta la quería tener cerca, de modo que el libro lo situé en un nicho.

Volví a tomar asiento y suspiré agotada.

[2] CCC_Catarsis | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora