Dentro de un lapso de ocho horas, se agotaron los productos disponibles, incluidos los ingredientes que había para preparar más postres y tan solo eran las seis de la tarde.
Era muy en serio lo de la celebración. Creí que no era necesario colocar decoración alusiva al Día de Muertos y puedo ver que llamaba la atención, eso, el pan de muerto y los pasteles con crema morada, anaranjada y negra.
—Pues vamos a cerrar —decretó Colec al ver que ya no había más que hacer y los clientes dejaron de ingresar desde hace media hora.
Fiorella estaba eufórica limpiando las mesas. Antes de irme, ayudé a recoger y hacer una lista que me dictaron de todo lo que tienen que comprar mañana.
No comparto la emoción de ninguno de los dos, no obstante, es bueno que sus ánimos se hayan elevado.
Justo cuando apagué la máquina registradora, sonó un leve estallido, tal vez a un par de cuadras de aquí.
Los tres guardamos silencio, en espera de un segundo estruendo y, al no suceder, Colec salió a asomarse a la calle.
—¿Qué fue? —inquirió Fiorella, casi en un susurro.
—¿Un neumático? —sugerí.
—Non lo credo.
Esperamos y, pasados dos minutos, Colec volvió. No venía solo, sino ayudando a una mujer que además sostenía a una niña de la mano. Ambas tienen manchas de ceniza en la cara y el cabello esponjado.
—¡Dio Santo! —Fiorella les acercó un par de sillas a ambas con el fin de que se sentaran a recuperar el aliento, también les ofreció un pañuelo, el cual tomó la niña y limpió a la señora. La mujer es robusta y apenas puede respirar.
—Estalló... un tanque... de gas —explicó apretándose el pecho.
—¿Mamá? —le habló la niña con evidente preocupación.
—Hija, puedes ir al baño a limpiarte —indicó Colec, quien me volteó a ver.
Llevé a la cría al sanitario, donde le acerqué un banco para que se subiera y pudiera lavarse la cara. Preferí esperar en el marco de la puerta.
Porta uniforme escolar, diferente al de Kaede, pero es de la misma estatura que él. A su costado le cuelga una bolsita de Hello Kitty, de donde sacó su propio jabón líquido en una pequeña botella de plástico.
Puso las manos como una cuna, cogió agua y la lanzó a sí misma, después hizo espuma con el jabón, para entonces pasarlo por su cara. Al final volvió a enjuagarse.
—Había mucho humo —me contó extendiendo sus infantas manos, una lejos de la otra. Tomó una servilleta de papel para secarse.
—¿Era tu casa? —pregunté.
—No —negó con la cabeza—. No vivimos aquí, estábamos visitando a mi tía.
No respondió la pregunta en torno a si dicho tanque de gas se encontraba en la misma casa que ella.
Una vez limpia, comenzó a reacomodarse el cabello; se quitó la diadema; peinó su melena lacia con agua y se volvió a colocar el accesorio.
—¿Lista? —inquirí, a lo que asintió para luego dar un salto del banco. Volvimos con la señora ya recuperada, quien enseguida abrazó a la niña.
—Muchas gracias —dijo la mujer, bebió de un vaso de agua y se levantó cargando a la criatura.
—No, por favor, quédese el tiempo que necesite —les ofreció Fiorella.
—Me gusta tu cabello —le comentó la niña. La italiana sonrió tiernamente y tomó su mano.
—A mí me gusta tu diadema —la aduló.
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[2] CCC_Catarsis | TERMINADA | ©
Novela Juvenil🖤 La propuesta de matrimonio de Alexey es la única oportunidad que tiene Janette de ayudar a su familia, sobre todo, a Derek. Es momento de destapar todo el trasfondo del conflicto entre la familia De'Ath y Ginebra, donde Jane se encuentra justo en...