Capítulo 64

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Recibí a Michelle y a Aurora en una de las habitaciones con gran vista al patio trasero, destinadas a las visitas. De hecho, ellos me estaban esperando.

—¡Jane, es un placer verte! —se me acercó la señora, a lo que rodeé la habitación para alejarme de ella.

—Te extrañaba —le siguió Michelle.

—Disculpen —ingresó Lucía, la mucama de Karen—, la señora Karen los acompañará en unos momentos —dicho eso, se retiró.

Tomé asiento después de los invitados. Michelle colocó una pierna sobre la otra y, además de una tableta, sacó sus carpetas. Por lo menos no son tantas como la última vez.

—Tengo su... —volteé a ver a Aurora—, vestido. No me dijeron si se lo tenía que devolver.

—Por supuesto que no, cariño, un vestido no se devuelve; lo conservas y, cuando te divorcies, se lo avientas en la cara a Alex, recordándole cuánto le costó.

No voy a hacer eso, hablo de aventárselo a la cara.

—Tengo unas opciones ¡magnificas! de sitios para el evento —anunció Michelle.

—¿Karen no se encargó de eso?

—No, ella preparó la lista de invitados, pero tú tienes que escoger el lugar, la comida, el auto...

—El vestido —añadió Aurora y Michelle la señaló con un bolígrafo.

—Bien.

Hice lo de la última vez; apuntar a lo que al chico le pareciera bien, solo que ahora incluyendo la opinión de Aurora. Mi gusto no se podría definir como elegante ni acertado.

Me pidieron subir a un banquillo para que miraran mi complexión, ya que, Aurora, según sus propias palabras, se estresó mucho al verse obligada a hacerle ajustes al vestido de novia prácticamente a ciegas.

—¿Qué te parece un escote de corazón? —sugirió.

—Sí, si quieres que se divorcie y se vuelva a casar al otro día —apuntó Michelle.

—Disculpa, ¿quién es la diseñadora? —preguntó, por lo que la respuesta del chico fue rodear los ojos, sin molestia alguna—. Uno recto con salientes —ofreció otro modelo.

No sé de qué están hablando, asimismo, estoy aburrida y cansada. Como si fuera poco, mi cabeza sigue doliendo. Emma me trajo agua helada hace unos minutos, entonces ahora me molestan también los dientes.

—¿Y el color? —murmuró Aurora.

—No va a ser rojo, no es un cabaret —advirtió él.

—Oh, no queremos que se sienta fuera de lugar, ¿verdad Kim Possible? —se burló y Michelle se ofendió con dramatismo, incluso colocó una mano en su pecho.

—¿Cómo va todo por aquí? —entró Karen.

—¡Excelente! —contestó Aurora, quien se acercó a darle un beso en la mejilla—. Estábamos pensando en hombros y brazos cubiertos, escote recto, azul vaquero con degradado hacia abajo, una seda encima con bordado de plata u oro y corte princesa.

—¿Qué te parece, Jane? —Karen se dirigió a mí.

—No sé. Está bien —respondí sin interés.

—¿Estás cansada? —preguntó con amabilidad.

—Algo.

—Bien —juntó ambas manos—. Es perfecto el que sugieres —le indicó a Aurora—. Y ya sabes, un repuesto por cualquier imprevisto. Puedes enviar a tu sastra por las medidas y... me parece que eso es todo por hoy.

Karen se encargó de despedir a Michelle y a Aurora, pidiéndoles que, si requerían algo más, por favor lo hablaran antes con ella.

—¿Ya me puedo ir? —cuestioné bajando del taburete.

—Adelante —contestó Karen con una media sonrisa y parpadeo lento.

Salí de la habitación, bajé a la cocina por un vaso de agua y tenía firmes intenciones de volver al ala, sin embargo, me detuve cerca del pasillo hacia la biblioteca. Por ahí también se encuentra el despacho de Alexey, quien justo ahora está en ILIA.

Eché un vistazo detrás de mí, incluso asomé la cabeza en la misma biblioteca para averiguar si no había nadie.

Di golpecitos en mi pierna con la mano libre por culpa de mi ansiedad, entonces caminé decidida hacia el despacho de Alexey. La verdad, tenía la esperanza de que estuviese cerrado, así no habría manera de que me metiera en problemas con nadie.

La perilla giró a la perfección. Nada más era cuestión de empujar la puerta.

Miré al techo, aún sujetando la manija. Volví a revisar a mis alrededores para luego entrar de una vez por todas.

Cerré con sumo cuidado, puse el vaso sobre el escritorio y comencé por los cajones del mismo.

Debo decir que no tiene nada que a Alicia le sirva, todos son contratos de compra y venta, o transacciones bancarias limpias, lo asumo por los documentos certificados de identidad. Hay una gran cantidad de cheques sin cobrar, con los que no me quedó duda alguna de que a este hombre le sobra el dinero.

No estoy muy segura de cómo utilizar el ordenador, así que preferí no acercarme al aparato. Ya pasé por un episodio similar con la máquina registradora de la pastelería y no quiero atravesar esa preocupación de nuevo.

Las puertas del mueble al otro lado se encuentran cerradas, lo que significa que resguardan algo importante. Busqué una llave a mis alrededores, entre los papeles, volteé de cabeza el portalápices, inclusive sacudí una cajita que, de hecho, creo que no se abre. En fin, encontré una sola llave en el último cajón del escritorio, donde también tenía guardada una cajetilla de cigarros.

Abrí las puertas, entonces vi que al fondo hay una caja fuerte, cuya llave no creo encontrar, dado que me costó mucho trabajo hallar la primera. En su lugar, tomé la carpeta que guarda a la vista.

Los documentos, cada uno en su respectivo sobre de plástico, son similares a los que Lucas tenía, mismos que ahora conservo yo, en el ala... Tal vez debería llevármelos a otro lado.

Saqué una de las hojas amarillentas para mirarla a contraluz y poder leer lo que está escrito. Dice «archivero». De esto era de lo que la matriarca hablaba cuando me pidió separar escritos equivalentes. Tal como aquellos, apenas puede distinguirse lo que está aquí redactado.

Nunca le pregunté a Alicia de qué se trataban esos papeles, pues no parecían importarle demasiado, ya que nunca volvió a mencionarme nada al respecto.

Intenté leer el nombre escrito en la línea de rúbrica.

—Andrea... —acerqué la hoja un poco más a la ventana y entrecerré los ojos—. Andri...

—Andrija —escuché la voz de Alexey.

[2] CCC_Catarsis | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora