Capítulo 40

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Segura de que se encuentra profundamente dormido, con un dedo levanté la comisura de su labio superior para ver sus dientes. Son igual de blancos que los de Karen.

Me sujetó la muñeca e hizo que mi corazón se acelerara, incluso intenté dar un paso atrás, solo que no me alejé. No abrió los ojos. Enseguida dejó de aplicar fuerza, aunque sin soltarme. Retiré su mano de la mía y en ese momento frunció el ceño. Casi me da un infarto por el susto.

Suspiré aliviada y volví al sillón a seguir esperando.

Apenas despertó, cuarenta minutos más tarde, se retiró el trapo que recién le acababa de remojar por décima vez y lo puso sobre el buró, asimismo, sacó los pies de la cama para sentarse.

—... ¿Qué haces? —me incorporé—. Aún tienes que descansar.

—Tengo trabajo —agachó la cabeza y así se quedó durante un par de segundos.

—Alexey —hablé. Incliné medio cuerpo para verle la cara. Tiene los ojos cerrados—. Ale... —Intentó alcanzar una sudadera a los pies de la cama y la sujeté, entonces aplicó fuerza intentando quitármela e hice lo mismo y, después de un par de tirones de ambos, por fin la soltó—. Alexey, vuelve a acostarte, ¿quieres? —aventé la sudadera al sofá.

No atendió a mis palabras, de modo que intenté empujarlo hacia atrás y esta vez me sujetó ambas manos, con expresión molesta además.

—Te tengo que dar el dinero —me soltó y básicamente me empujó.

—Dijiste que Esteban se va a encargar —repuse.

—Está en una tarjeta, una negra... —Al gesticular, se detuvo a contemplar sus manos.

—No estás en condiciones para trabajar —saqué una de las pastillas del frasco y tomé el vaso con agua—. Quédate unos minutos más, toma el medicamento y entonces vas a trabajar hasta la madrugada si quieres —le ofrecí ambas cosas, a lo que me dio un manotazo que me hizo tirar el vaso además de perder la pastilla en la alfombra.

Suspiré con los ojos cerrados y la boca apretada. Levanté el vaso, el cual, por suerte, no se rompió.

—¿Vas a ir a la inauguración de tu tía? —preguntó buscando algo en el suelo.

—La inauguración fue hace varios días —puse el cristal de vuelta en el buró, sin embargo, lo azoté. Estoy molesta.

Toqué su frente para saber si seguía caliente. Creo que tiene más fiebre que hace una hora, tal vez sea porque no ha tomado el medicamento. Igual y es por eso por lo que está así. Sé que dicho estado provoca delirios, lo que viene acompañado de irritabilidad, inquietud, desorientación, incapacidad para concentrarse en un tema... Enderecé la espalda, enserié y lo miré ante mi revelación; mañana no va a recordar nada.

—Alexey —intenté atraer su atención—. Alexey —insistí, pero fue inútil. No creo que siquiera esté consciente de que me encuentro en su habitación con él.

Se recostó y le coloqué el paño una vez que lo volví a humedecer.

No sé si sea buena idea darle el medicamento así o hasta que esté completamente despierto y lo tome él mismo, nada más que, si se pone peor de lo que está, va a ser mi culpa.

Serví más agua en el vaso, como también dejé afuera del frasco una segunda pastilla y, antes de realizar un nuevo intento de que tomara el medicamento, preferí retirarle la sábana para que no se siga calentando más, no obstante, el hombre tuvo suficiente fuerza para sujetarla. «Ya pasamos por esto», pensé. Agarré la tela con las dos manos y tiré hasta que por fin se la pude arrebatar. La envolví y la aventé lejos, con el fin de que ya no la encontrara.

Al girarme de vuelta a Alexey, vi que su abdomen quedó un poco al descubierto. Entrelacé mis manos y alcé la cabeza para asegurarme de que sus ojos estaban cerrados.

Volví a acercarme a su costado derecho, donde me puse en cuclillas, con mi cara a la altura de la suya. Eché un último vistazo a sus ojos cerrados y procedí a poner un dedo sobre el área desnuda bajo la playera.

Su piel es muy delgada, pensaba que era más firme, aunque tiene músculos visibles, debe ser por eso que pesa tanto. De modo que así se siente el estómago de un chico, es firme y, aun así, puedo advertir su pesada respiración.

Cuando lo escuché quejarse, me separé de él.

Se levantó para sentarse otra vez y volvió a hacer el trapo a un lado. Suspiré fastidiada. Parece un niño.

—¿Dónde está mi hermana? —cuestionó y se aclaró la garganta.

—Ella no está —contesté pensando que, en su espacio y tiempo, todavía no estamos en el momento en que Camille huye con Derek.

—Tú sabes dónde está... Sé que sabes dónde está —Por sí solo tomó el vaso con agua y el medicamento.

—El que sabe eres tú —repuse.

—No —negó con la cabeza—. Alicia me iba a decir después de que nos casáramos.

Con lentitud, desde el piso, dirigí mis ojos a él. ¿Qué...? ¿Alicia le puso esa condición? ¿Alicia sabe dónde está Derek?

—¿No sabes dónde está? —inquirí deseando desde el fondo de mi alma que dijera que sí, en cambio, me dio una respuesta negativa.

Yo me casé porque Abraham juró que sabían dónde estaba Derek y solo era cuestión de una llamada. ¡Ese maldito embustero y Alicia me engañaron!

Comencé a caminar por la habitación, ignorando que Alexey volvió a quedarse dormido, quizá se desmayó, ¡o murió, no tengo idea!

¿Qué ganaban ellos con esto? Entiendo un poco lo que Alicia pretendía, o pretende, pero Abraham no tiene cabida en este asunto, no hasta donde yo tengo entendido.

¿Y si todo estaba calculado, desde Derek? ¿Y si él también quería que yo, o quien sea, entrara a esta casa...? ¿Pero qué demonios quieren?

El cólera hizo que temblara, solo que, al recordar otra cuestión más importante para mí, me inmovilicé. El tema de Derek no es importante, considerando que Alicia ya consiguió que me casara, sin embargo, hay una sola cosa que me sigue controlando, que no me deja dormir y es el asunto más importante que me mantiene aquí.

Volteé a ver al agónico. Si le pregunto ahora, tiene que decirme la verdad.

Me acerqué al chico, inspeccionándolo.

—Alexey —susurré. No respondió para nada—. Alexey —insté, esta vez sacudiendo su hombro—. ¡Alexey!

—¡¿Qué?! —respondió con fastidio y me dio un manotazo.

Creo que no debo seguir hablando con él, muy en el fondo de mi conciencia sé que no está bien sacar provecho de su situación, pero no se trata más que de una simple pregunta. Esta es mi única oportunidad y no la voy a dejar pasar.

—... —me mordí el labio—. Tú... —hice una mueca ante mi cobardía. Eché la cabeza atrás para buscar valor y al instante la devolví al frente—. ¿Sabes que estuve internada en la Institución Mental Bathory? —pregunté.

[2] CCC_Catarsis | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora