Capítulo 57

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A la noche siguiente, durante lo que debía ser la hora de mi cena, estuve con Yale en la biblioteca de la Mansión. Dijo que aquí hay unos cuantos libros que me van a servir, para así no tener que cargarlos de la escuela a la pastelería, después a esta casa y de nuevo al Liceo.

—¿Qué significa «licurgo»? —preguntó desde el escritorio, sentado encima de este, mientras yo buscaba un libro de filosofía.

—Que aleja o mata lobos —contesté.

—¿«Panacea»?

—Medicamento eficaz para curar todas las enfermedades —hojeé rápidamente el libro Introducción a la historia de la filosofía de Ramón Xirau. Fui y se lo di a Yale para que me dijera si era el correcto y fui a buscar otro.

—... ¿Qué es una «idea clara» según Descartes?

—Idea que se le presenta y manifiesta a un espíritu atento.

Yale aventó una pelota, esta pasó detrás de mí, por lo que no pude evitar mirarla y enseguida me habló.

—... Dime las clasificaciones de las nubes.

—Cirros, altocúmulos, estratocúmulos, cúmulos, estratos..., niebla —lo volteé a ver—. Eso y la pregunta anterior, ¿qué tienen que ver con etimologías?

—Nada. ¿Ya antes habías leído este libro? —preguntó mostrándome el de Xirau. Negué con la cabeza—. ¿Cómo me respondiste la pregunta sobre la idea clara?

Me encogí de hombros y fui a recoger la pelota. Es roja y liviana, parece estar hecha de espuma.

—Supongo que lo leí en algún lado —Le tendí la mano para devolverle la pelotita, a la que Yale no le hizo el mínimo caso, en cambio, abrió el libro donde había puesto un separador.

—Está en la página 218 de este libro, último párrafo —señaló entregándome el ejemplar. Recuerdo haber leído esto, no obstante, mi perspectiva de tiempo no me permite retroceder un par de minutos para verme leyéndolo luego de que lo tomé del estante. Igual tuvo que haber sido en ese momento, cuando lo estaba hojeando, puesto nunca antes había visto este libro. Nada más tengo en la cabeza la imagen de este fragmento... y la de todos los demás—. La bibliotecaria me dijo que no estabas leyendo los libros que te indiqué porque siempre los cambias al otro día, incluso un rato después.

—Sí los estoy leyendo —me defendí.

—Te creo, pero es impresionante. ¿De verdad no quieres saber a cuánto asciende tu coeficiente, tal vez así tengas una idea clara de tu capacidad?

—En serio, no quiero saber. Suficiente tengo con que se lo diga a quien le place —boté la pelota en el piso una vez.

—¿Discúlpame? —preguntó en tono ofendido y bajó del escritorio—. ¿Que se lo digo a quiénes?

—Se lo dijo a esos chicos en el Liceo y a Alexey.

—No —emitió un bufido y se acercó—, no, no, no, no. No le he dicho a nadie.

—Ellos dijeron...

—A esos críos les dije que era más alto que el de Malcolm Wilkerson, y a Alexey que sobrepasaba el de Albert Einstein.

—¿Quién es Malcolm? —inquirí.

—Un personaje de una serie, un día te invito a verla. Ahora... —fue a buscar un libro, mismo que me entregó—. Para mañana.

—... Profesor —le hablé antes de que anunciara que iba a retirarse, o que ya me podía ir.

—Dime.

[2] CCC_Catarsis | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora