Capítulo 59

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Hice lo mismo con Macbeth, Otelo y El rey Lear. No estoy segura de cuánto tiempo me llevé en imaginar las tragedias, sin embargo, el chico de cabello largo se levantó a devolver su prueba.

Sin detenerme a mirar qué hora era, contesté lo que me faltaba y fui a entregar.

—¿Estás segura? —inquirió la coordinadora—. ¿No quieres revisar otra vez?

—No —respondí—, ¿ya me puedo ir?

—Claro...

Tomé mis cosas y salí del aula. No sé bien cuánto me llevó esto, e igual creo que no fue una total pérdida de tiempo.

En el pasillo me crucé con el chico de cabello largo, este me miró por encima de sus lentes sin levantar la cabeza. Hizo que me intranquilizara, de modo que preferí dirigirme a la salida.

Fui a la cafetería del Liceo, donde tomé asiento en la misma mesa de los forajidos.

—¿Cómo te fue? —curioseó Vivian.

—Espero que bien —contesté. Todos saben que hoy fue la prueba, pues el edificio está acordonado y custodiado, además, nadie ajeno puede ingresar o realizar ningún tipo de ruido a menos de veinte metros.

—Toma —Harmony colocó delante de mí un pastelillo de chocolate y vainilla—. Gracias a ti, pasé mis exámenes —explicó con una enorme sonrisa.

Yo nunca le pedí un pago, pero me llamó la atención el postre. Comencé a comerlo nada más por agradecimiento, ya que tampoco tenía hambre.

—Jane —habló Mijaíl al otro lado de la mesa—, tengo algo que mostrarte, ¿me acompañas?

—¿Qué cosa? —pregunté todavía con el bocado.

—Acompáñame —insistió dejando en claro que, si tengo curiosidad, nada más me voy a enterar yendo con él.

Vivian alcanzó a darle un puntapié a Mijaíl a pesar de estar un tanto lejos de él, acción que el otro devolvió.

—Bien —me levanté con el pastelillo en las manos y lo seguí.

Al caminar por los pasillos, me di cuenta de que algunas personas me veían, tanto a mí como al peliblanco. Entiendo que la desconfianza se dirija hacia el ruso, pues no es alumno del Liceo, sin embargo, lleva meses paseándose por aquí a sus anchas y, en cuanto a mí, no he hecho nada que sea motivo de atención.

Caminamos hacia lo talleres del Liceo. En el de Ciencias y Literatura había unos cuantos alumnos, en cambio, los de Artes se encontraban vacíos. Qué curioso, eran las actividades que más les gustaban a los internos.

Avanzamos al aula de Música, misma que tengo entendido que no permite la entrada de nadie, por la seguridad de los instrumentos.

Entró; esperó a que ingresara yo también; atrancó la puerta con seguro y corrió las persianas para bloquear la luz, además de asegurarse de que las ventanas estuviesen cerradas.

—¿Y bien? —solicité.

Colocó en mis orejas unos audífonos afelpados, cuya diadema la situó en mi cabeza. Debo decir que siento cosquillas a causa del peluche, solo que el bloqueo del sonido es agradable.

Mijaíl se colgó una guitarra y conectó el amplificador, ahí comencé a asustarme. Sin escuchar mi propia voz, le dije que no la tocara.

Pasó los dedos por las cuerdas y apreté los ojos al mismo tiempo que me encogí de hombros... Abrí los ojos y relajé el cuerpo; no escuché nada, únicamente sentí las vibraciones de las ondas en cada centímetro del cuerpo, además, advertí la nota a la perfección, por medio de las oscilaciones.

[2] CCC_Catarsis | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora