Capítulo 2: Historia de vida

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Luisita respiró hondo antes de abrir la puerta. Forzó una sonrisa para intentar restarle importancia al hecho de llegar tarde. Entró y enseguida le llegó el olor a comida. A medida que se acercaba a la cocina intentaba adivinar. Podría jurar que sería salmón a la plancha con boniato frito y no se equivocaba. La música a todo volumen impidió que la oyera entrar. Ella se quedó en el umbral de la cocina, sonriendo ante el bailoteo y el canturreo del chef. Sacó el móvil y empezó a grabar el momento, le encantaba capturar esas escenas improvisadas.

Dejó de cantar en cuanto se giró y la vio. -Oye, ¿ya estás con tus vídeos ninja?

Luisita se rió y paró la grabación para darle un beso. -Cantas muy mal. - Dijo y volvió a darle otro beso.

-Yo podría haber sido una estrella del rock. - Canturreó y fingió tocar la guitarra con las manos. - La besó y volvió a poner su atención en la cocina.

Luisita respiró aliviada de que no le dijera nada sobre llegar tarde y se dedicó a poner la mesa para la cena. No es que sintiera que su novio Sabas la tenía controlada o que tenía que dar explicaciones, pero solía olvidar avisar cuando se le hacía tarde y entendía que eso no le gustaba. Se preocupaba por ella y tenía derecho a saber que estaba bien.

Comenzaron a comer delante de la tele, acababan de empezar una serie muy recomendada basada en una novela.

-¿Mucho trabajo hoy en la librería que has llegado tarde?- Preguntó Sebas despreocupado, como si no le importara en realidad.

-Que vah, me entretuve hablando con una clienta. ¿Sabes qué? Leyó mi libro y le gustó y me dijo que escribiera otro que quería leer más cosas mías. - Luisita dejó de comer para contarlo porque estaba realmente ilusionada por conocer así a una lectora.

-¿El libro ese de las lesbianas?

- Sí, claro. El único que he escrito. - No le gustaba el tono despectivo con el que trataba al libro simplemente porque era una temática que él suponía que no le interesaba. ¿Aunque cómo podía saberlo si ni siquiera lo había leído? - Es más que sólo eso pero bueno... que esa chica leyó mi libro y le gustó lo suficiente como para venir a decírmelo.

-Seguro que lo que quería era ligar contigo.

-No lo creo, aunque me daría igual si fuera por eso.

-Ah no sé, como últimamente parece que estás más en la otra acera que en esta. - Se rió como si fuera una broma graciosa aunque Luisita no esbozó ni una sonrisa, no le estaba gustando nada el tono de la conversación.

-¿Qué se supone que significa eso? Si me quieres decir algo, dilo directamente.

-Nada, nada. Solo era una broma. Es que con la pulserita de colores y todo este rollo del libro o las series que te ha dado por ver ahora... parece, no sé...

-Sebas, sinceramente no entiendo a qué vienen esos comentarios de mierda.

-Olvídalo, no se puede decir nada sin ofender. Vamos a dejarlo, da igual.

-Sí, mejor vamos a ver la serie.

Luisita dio un bocado al salmón y odió la manera en que le había arruinado una de sus cenas favoritas. Quiso centrarse en la serie pero se le había quedado mal cuerpo. Todo lo contrario a la sensación tan placentera que había tenido con Amelia. Normalmente le costaba aceptar los cumplidos pero algo en ella le decía que era sincera. No lo había decidido aún, pero la idea de volver a escribir cada vez se hacía más tentadora. Se preguntó si Amelia volvería otra vez y tendría oportunidad de charlar con ella sobre sus ideas.

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-¿Cuántas veces te tengo que llamar para que me cojas el teléfono? Se suponía que ibas un rato a la librería y volvías. ¿Te has perdido por el camino o algo? Porque no lo entiendo. - La pelirroja se notaba alterada. No gritaba pero su tono y la expresión de su cara no dejaban lugar a dudas.

-Sara en serio, no es para tanto. Ya estoy aquí y ya te puedes ir al gimnasio o a donde sea que vayas. - Amelia comenzaba a estar harta de que todo fuera excusa suficiente para discutir.

-Pues claro que voy al gimnasio. No sé qué quieres insinuar pero estás muy equivocada...

-Mira en serio, me da igual. Haz lo que quieras. - Zanjó la conversación y se fue a la cocina porque la cena no se iba a hacer sola.

Sara resopló y se colgó su bolsa de deporte. Antes de salir abrió la puerta del salón y bajó un poco el volumen de la tele. -Adiós mi amor, mami vuelve pronto y nos duchamos juntas ¿si?

La niña de cinco años asintió con la cabeza y le dio un beso en la mejilla. Dejó de colorear y fue a la cocina.

-Mamá ¿te puedo ayudar?

-Claro, mi vida. Mira te doy esto y con mucho cuidado cortas el tomate, ¿vale?

Sofía era una niña muy inquieta, le gustaba mucho leer, pintar con ceras y pasaba todo el tiempo que podía acompañando a sus madres en las tareas de la casa. Hacía todo con esmero aunque no tardaba mucho en aburrirse y querer hacer otra cosa. Esa noche no sería una excepción. Cortó menos de medio tomate con la supervisión de su mamá hasta que se cansó y quiso ir a su cuarto a jugar con sus legos. Amelia intentaba aceptar lo independiente que era su niña aunque le costaba sentir que no la necesitaba tanto como antes.

Siguió cocinando con la música bajita para oír a Sofía si pasaba algo, y mientras le seguía dando vueltas en la cabeza, pensando en las discusiones con Sara y en lo que sentía por ella. Aunque le doliera reconocerlo, a veces casi sentía que no la soportaba. No quería dejarla porque odiaba la idea de que Sofía sufriera por su culpa pero cada vez se le hacía más difícil seguir como estaban.

No supo por qué, pero a su mente llegaron recuerdos de esa tarde y lo agradable que había sido conversar con Luisita. Le gustó mucho conocerla después de haberse refugiado en su libro muchas noches y mañanas de insomnio. Cuando leer era lo único que le despejaba la mente para poder relajarse. Tenía ganas de volver a la librería. Le parecía un buen sitio donde pasar el rato. Además ya había ojeado varios libros que le gustarían a Sofía y quería volver para comprarlos. Se preguntó si Luisita haría siempre el mismo horario.

Sin saberlo, en el mismo momento, en puntos totalmente diferentes de la ciudad de Madrid, Luisita y Amelia pensaron la una en la otra a la vez. Ya fuera por azar, suerte o destino, sus historias de vida se cruzaron en un momento en el que acechaban los fantasmas y las dudas: ¿Qué pasa cuando ya no cura el amor, cuando no dura, cuando ya no sabes perdonar?

Pongamos que hablo de Luisita y AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora