Capítulo 9: ¿Para qué?

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El autobús parecía ir a más velocidad de la permitida, las calles se difuminaban a su paso. Las luces de los edificios y letreros parecían líneas de colores. Dejó de mirar por la ventana porque estaba empezando a sentirse mal.

-Es precioso todo, ¿verdad Luisi? - La voz de Amelia la pilló por sorpresa, aunque había estado a su lado todo el camino.

¿La había llamado Luisi? Si "tonti" le gustaba, "Luisi" le encantaba. -Eh, me estaba mareando.

-Pues no mires fuera, mírame a mí. - La morena le cogió la cara con ambas manos, acariciando suavemente la piel de su nuca con la punta de los dedos, que de vez en cuando acariciaban también la cabeza y el pelo.

Para Luisita ese roce le daba una sensación tan agradable que aumentaba el mareo. No recordaba desde cuándo esa cercanía era normal para ellas, pero no se quejaba. Amelia siempre era muy tierna y dulce con ella. Incluso cuando le hacía bromas o le tomaba el pelo, lo hacía con delicadeza. Luisita siempre pensaba que se sentía a salvo con ella, como si fuera a protegerla de cualquier cosa.

-¿Estás bien? - Se preocupó Amelia. Aún tenía la cara de Luisita entre las manos y le acariciaba la mejilla con el pulgar formando pequeños círculos.

-Mejor que nunca. - Susurró Luisita casi hipnotizada por las caricias de Amelia y el color de sus ojos. No pudo evitar mirarle los labios y sentir un pinchazo atravesando su interior. Se dio cuenta de que había perdido control sobre su cuerpo porque no lo había pensado, pero ya se estaba inclinando hacia Amelia con los labios ligeramente separados y los ojos cerrándose. Podía oler su perfume cada vez más fuerte y casi sentía el calor que desprendía su cuerpo. En ese punto no es que quisiera besarla, es que lo necesitaba.

Un bache en la calle provocó que el autobús diera un brinco y las separó en un instante. Luisita apretó el puño al asiento con los ojos aún cerrados. El corazón le latía tan fuerte que oía el bombear de la sangre. Estaba aún más mareada, pero quería seguir por donde lo había dejado con Amelia.

Miró a su lado pero ya no estaba. No estaba Amelia ni el autobús. Ya no había luz del sol. Ahora estaba atrapada en una habitación que se hacía cada vez más pequeña. Miraba hacia arriba y veía a su familia, a sus amigos, incluso Sebas estaba allí. Estaban hablando entre ellos y no la veían. Ella sentía como las paredes se acercaban cada vez más. Intentaba gritar pero no le salía la voz. Tenía los brazos estirados y podía tocas ambas paredes a la vez. Empezó a llorar por la frustración, el miedo, por sentir que no sabía qué hacer. Pensó en que quería volver al autobús con Amelia. Miró a todas partes y vio una puerta que antes no estaba. Desesperada, comenzó a aporrearla con las dos manos.

-Amelia, Amelia, Amelia! - Intentaba gritar pero su garganta estaba cerrada.

-Bebé, bebé, despierta.

Sintió una mano tocarla y se despertó de un sobresalto. Abrió los ojos y poco a poco fue situándose en su cama, en su habitación, en su casa. Miró a su lado y Sebas le devolvía la mirada con una media sonrisa.

-Estabas teniendo una pesadilla.

-Sí. - Contestó Luisita aún intentando recuperarse y valorando si había hablado en sueños.

-¿Qué estabas soñando? - Preguntó Sebas, y por su expresión parecía muy tranquilo.

-Iba en un autobús... - Luisita se frotó los ojos. - Y luego no sé, no me acuerdo.

-Bueno ahora ya pasó. - Sebas le dio un beso en la frente y se giró para seguir durmiendo.

Luisita sabía que ya no se podría volver a dormir. Cogió su móvil e hizo lo que hacía cada día tan pronto como se despertaba, le dio los buenos días a Amelia. Esperó con el móvil en la mano a ver si obtenía alguna respuesta rápida. Después de un par de minutos de esperar, supuso que estaría durmiendo. Se estiró un poco en la cama y se levantó. Fue a la cocina a preparar el desayuno. Hizo la tarea en silencio aún pensando en su sueño, que obviamente sí recordaba. Pensaba en lo agobiante que había sido estar en esa habitación, no se quitaba la sensación claustrofóbica y frustrante de no poder escapar.

Pongamos que hablo de Luisita y AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora