Capítulo 3: Una Conexión

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Cuando sonó la campana de la puerta, ya era la décima vez que miraba esperando que fuera ella. En ese momento ni siquiera le pareció nada importante. Lo achacaba a que le habían vuelto las ganas de escribir y quería comentarlo con la única persona a la que le parecía algo importante. Otra vez no era ella. Chasqueó la lengua y puso cara de decepción. Ya no quería llevarse más desilusiones esa mañana, así que decidió ir a ordenar los libros de la sección de fantasía. Lo más probable es que estuviera trabajando y no fuese a volver de momento.

Su compañero Mateo ya llevaba un tiempo observándola. La conocía y la quería cómo a una hermana. Llevaban solo dos años trabajando juntos pero congeniaron enseguida, decían que eran un cerebro en dos cuerpos porque solían pensar igual sobre muchos temas y tenían maneras parecidas de actuar y ver la vida. Aunque también tenían muchas diferencias, pero en eso no se centraban tanto.

-¿Esperas a alguien o qué te pasa? - Preguntó siguiéndola por el pasillo.

-Sí, a una chica guapa. - Bromeó y le guiñó un ojo.

-Tú tienes novio. Dijimos que las chicas guapas eran para mí.

-Yo nunca dije eso. Además, ¿qué pasa con Marina?

-Marina quiere casarse y tener hijos. Y yo quiero vivir tranquilo en mi piso. No va a funcionar.

-¿Ella lo sabe?

-Oye, no cambies de tema. ¿Por qué llevas toda la mañana mirando la puerta con carita de perrito abandonado?

-¿Quién cambia de tema ahora? - Se rió y se alzó de hombros. - Ayer se me acercó una chica que había leído mi libro.

Mateo puso una sonrisa chula y comenzó a alzar las cejas de arriba a abajo.

-¡No es eso Mateo! Pero me hizo ilusión y yo qué sé, me apetecía volver a hablar con ella. - Luisita miró al suelo con algo de reparo por lo siguiente que iba a decir, pero confiaba en su amigo y sabía que podía decirle lo que sea. - Creo que quiero volver a escribir.

-Joder sí que está buena si te ha inspirado y todo. - Mateo le dio un codazo con una sonrisa. - ¡Es broma! Me parece genial que quieras volver a escribir. Y si crees que esa chica te va a ayudar, espero que sea la morena de pelo rizado que acaba de entrar.

Desde el pasillo donde estaban, Mateo podía ver la puerta pero Luisita no. En cuanto oyó a su amigo, se giró para comprobar si era ella. La sonrisa casi se le sale de la cara al verla. Entraba sacudiéndose el pelo con una mano y cerrando el paraguas con la otra. No era habitual que lloviera en marzo pero con tanta sequía, nadie se quejaba de que cayera un poco de agua.

-No hace falta que me digas que es ella, tu cara lo dice todo, sólo te falta mover la cola de un lado a otro. -Dijo Mateo acercándose a su amiga. - Se te cae la baba. - Le susurró ya que su amiga parecía no hacerle ni caso.

-Cállate Mateo, por favor. A ver, tengo ojos en la cara, la chica es guapísima pero tengo novio.

-Entonces no te importará que lo intente yo. - El chico se hizo crujir los dedos y fue directo a la chica.

Luisita no dijo nada, sólo puso los ojos en blanco y se quedó mirando el espectáculo. Estaba segura que no era para nada el tipo de chico que le gustaba a Amelia. Incluso sin saber por qué, podría jurar que a Amelia ni siquiera le gustaban los chicos.

Mateo se acercó a ella con la espalda erguida y sacando pecho, iba seguro de sí mismo, pero ni con todo su arsenal de trucos para ligar consiguió que Amelia dejara de mirar a Luisita ni un segundo. Entendió sin necesidad de palabras que era una batalla perdida, así que, tal como se había acercado, se alejó sin más.

Pongamos que hablo de Luisita y AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora