Capítulo 4: Eres

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Era una hora un tanto rara. Pronto para cenar, tarde para merendar. En la cafetería había clientes pero no demasiados. Igualmente a ellas les habría dado igual que estuviera a reventar, estaban tan centradas la una en la otra que ni siquiera se acordaban que había más gente allí. La camarera se acercó a ellas con una media sonrisa, casi apurada de tener que interrumpir. Apuntó rápido la comanda y se alejó.

Unos minutos después, Luisita daba un trago a su café con leche mientras Amelia sólo tenía un agua delante, lo único que había pedido. Ambas hubieran preferido un par de cervezas, pero ninguna la pidió porque aquella cafetería no les parecía el entorno apropiado y por que no estaban seguras de lo que pensaría la otra.

Como ya les había pasado en más ocaciones, sin dificultades se pusieron a charlar. La conversación fluía y ambas se sentían cómodas contando y preguntando de todo. Tenían ansias de conocerse y afán por darse a conocer.

-Wow, entonces, llevas diez años con tu mujer. Es bastante tiempo. Yo llevo casi ocho con Sebas, pero no nos decidimos a casarnos. Yo le dije de ir y firmar y ya está, pero él quería una fiesta. A mí me daba igual, nunca he sido chica de soñar con una boda, el vestido y esas cosas...

-Ah pues mi boda fue preciosa. - Interrumpió Amelia. - No es que fuera de súper lujo pero no fue humilde para nada. Tenía muchos ahorros así que pude hacerla como quise y es uno de mis días más felices.

-Es bonito saber que aún hay relaciones que duran hoy en día, por que parece que...

Luisita dejó de hablar repentinamente porque Amelia había tragado grueso desviando la mirada. Estaba claro que algo de lo que había dicho le había molestado o había tenido algún efecto no deseado. Sin reparo ninguno, preguntó directamente. - ¿Qué pasa? ¿Dije algo malo?

-No, para nada. Es solo que no estoy en mi mejor momento con Sara. Últimamente siento que ya no estoy enamorada de ella y se me hace cuesta arriba lidiar con el día a día. - Amelia habló apenada, pero no parecía que le hubiese costado confesarse aunque explicara una situación difícil. Se sentía cómoda con Luisita y era como si dejara de tener filtros.

La rubia por su lado simplemente asintió y esperó a que Amelia quisiera contarle más del tema.

-Discutimos mucho. Antes yo cedía más, ¿sabes?, pero me he empezado a cansar y ya no me cayo. No sé, a veces pienso que le he perdonado demasiado. - Tras un momento no parecía que fuera a decir nada más. Tenía la mirada perdida a un lado. A Luisita le daba mucha curiosidad pero entendía que Amelia ya no quería seguir, así que simplemente cambió de tema.

- ¿Puedo preguntar para quién son esos libros? - Luisita señaló la bolsa con los dos libros que estaba encima de la mesa.

Amelia sonrió. - Son para mi hija. Se llama Sofía y le encanta leer.

- Tienes una hija. - Repitió en voz baja como confirmando sus sospechas. - ¿Cuántos años tiene?

- Tiene cuatro pero en un par de meses cumple los cinco.

- Oish que edad más adorable. Es la edad que lo preguntan todo ¿no?

-Uff sí, no veas algunas preguntas... lo complicado que es contestar. Es que hay cosas que no sé ni yo.

- Me imagino las situaciones, lavándose los dientes y preguntando cómo ponen la pasta dentro del tubo. - Luisita se rió y contagió a Amelia. Aunque esa situación en concreto no pasó, sí le trajo recuerdos de muchas otras en que su niña curiosa hacía mil preguntas.

-Es muy inquieta, a veces agotadora, pero lo que más me gusta de ella es que es muy cariñosa. Ayer estaba en mi despacho gestionando papeleo y escucho unos golpecitos en la puerta y después sus esfuerzos por abrir. Entra y me dice, mami, ¿estás ocupada?. Le digo, dime cariño, ¿qué necesitas? Y dice, solo quería darte un abrazo.

Pongamos que hablo de Luisita y AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora