La librería "Punto y coma" era uno de esos locales emblemáticos de la ciudad. Llevaba abierta prácticamente desde siempre y, aunque había cambiado de dueños un par de veces, seguía manteniendo la esencia y ese aire de algo que es "de toda la vida".
Cuando Luisita dejó su currículum para trabajar allí, ya había dejado muchísimos otros y ese simplemente era uno más. Nunca imaginó que aquel lugar iba a significar tanto para ella.
La llamaron para empezar a trabajar y casi ni recordaba cómo había sido la entrevista. Durante esos meses hizo tantas que perdió la cuenta. Hacía tanto tiempo que buscaba trabajo que cuando la llamaron para empezar ni se molestó en preguntar las condiciones, sólo necesitaba un poco de estabilidad por fin.
Al principio creyó que aquello no era para ella, no acababa de entender del todo el sistema informático que utilizaban, se sentía torpe cada vez que alguien le preguntaba algo y realmente no creía que estuviera hecha para ese trabajo.
Cinco años después se convirtió en la mejor empleada que tenían y ella iba a trabajar siempre con entusiasmo y una sonrisa, adoraba su trabajo. No sólo le había traído estabilidad económica, si no que también fue fuente de inspiración. A los dos años de trabajar allí se decidió a escribir su propia novela e incluso consiguió publicarla. No fue un gran éxito de ventas pero la hacía sentirse orgullosa.
Aquel miércoles no parecía ser diferente de cualquier otro día. Las estanterías estaban ordenadas, el nuevo pedido no llegaría hasta mañana y todas las devoluciones estaban registradas y empaquetadas. Ya solo le quedaba esperar a que alguien necesitase algo de ella.
La librería había ido cambiando con el paso de los años, se adaptaba a los nuevos tiempos. Ya tenían la opción de compra online pero además querían aportar un plus a la experiencia así que permitían a la gente leer antes de comprar. Podía parecer un despropósito pero sorprendía la de gente que necesitaba llevarse el libro a casa aunque ya lo hubieran leído.
Así pues, había algunas personas leyendo pero ninguna parecía precisar su atención. Volvió a echar un vistazo y decidió que podía ponerse a leer ella misma un rato. Era una de las ventajas de aquel trabajo, en los tiempos muertos tenia permitido leer siempre que no desatendiera a ningún cliente.
Abrió el libro por la página marcada y se sumergió en la historia. Cuando la lectura la atrapaba era capaz de abstraerse casi por completo, como si nada más existiera. Por eso no vio a la chica acercarse al mostrador hasta que ya la tenía delante.
-Hola - dijo con voz alegre. - ¿Eres Luisita?
Luisita salió del otro mundo de un respingo que intentó disimular sin éxito, y levantó la cabeza del libro para encontrarse con una mirada profunda y una sonrisa preciosa.
-Perdona, ¿nos conocemos? - Dijo con la voz temblorosa y su vista clavada en esos ojos de un color entre verde, marrón y amarillo.
-No, bueno yo te conozco pero solo por lo que he leído tuyo. - Dijo levantando el libro que llevaba en la mano y enseñándole a Luisita una contraportada con su foto. - ¿Es tuyo no?
Luisita se sonrojó, no acostumbraba a tratar cara a cara con gente que leyera su novela. - Ese en concreto no es mío, es de la librería, a menos que lo quieras comprar tú. - dijo con una sonrisa tímida. - Pero yo lo he escrito, sí.
La chica le rio la gracia. - Lo leí porque me lo recomendó una amiga y me encantó. Prácticamente lo empecé y no pude parar hasta terminarlo. - dijo entusiasmada. - Y éste no lo compro porque ya tengo el mío en casa, pero quería preguntarte si has escrito algún otro.
-Vaya, muchas gracias. Me alegro que te haya gustado pero siento decir que no tengo otro.
-Pues deberías, se te da muy bien escribir y me encantaría poder leer otro libro tuyo.
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Pongamos que hablo de Luisita y Amelia
Fiksi PenggemarUn día te levantas ya cansada de darle vueltas en tu cabeza y dices, o lo escribo o reviento.