La luz de la mañana entraba suavemente por la ventana de la cocina, proyectando sombras alargadas sobre el suelo. Luisita, aún medio adormilada, estaba preparando el desayuno como hacía todas las mañanas, tratando de ignorar el torbellino de emociones que le atravesaba el pecho. El ruido del café goteando en la cafetera y el suave crujido de las tostadas en el tostador eran los únicos sonidos en la cocina. Aún así, su mente estaba en otra parte, repasando una y otra vez lo sucedido la noche anterior.
Se sirvió una taza de café y se apoyó en el mármol, intentando calmar el nudo en su estómago. La imagen del beso bajo el cartel de La Luna seguía viva en su memoria, como si hubiera ocurrido segundos atrás. Era un momento que había deseado y temido al mismo tiempo, pero no podía negar lo que había sentido: una libertad, una verdad, que nunca antes había experimentado.
Justo cuando sus pensamientos comenzaban a desviarse hacia Amelia, el sonido de pasos suaves detrás de ella la hizo girarse. Sebas entraba en la cocina, con el pelo revuelto y los ojos aún medio cerrados por el sueño. Llevaba una camiseta vieja y pantalones de pijama, caminando con la familiaridad de quien ha compartido la rutina diaria con ella durante años.
- Buenos días, bebé - dijo medio bostezando mientras se acercaba a la cafetera.
Luisita intentó sonreír, aunque sintió el peso de la tensión que crecía en su pecho.
- Buenos días - respondió, tratando de mantener el tono ligero mientras le pasaba una taza. - ¿Quieres café?
Sebas asintió y, mientras vertía el líquido en su taza, se recostó contra el mármol, observándola con una mirada que a Luisita le pareció más aguda de lo habitual.
- ¿Qué tal anoche? - preguntó casualmente, aunque había algo en su tono que la puso alerta. - Lo pasaste bien con Amelia y Natalia, ¿no?
Luisita sintió un pequeño tirón de nerviosismo en el estómago. Asintió, mirando la cafetera como si fuera lo más interesante del mundo.
- Sí... Estuvimos en un pub chulo. Fue una noche tranquila.
- Ah, ya - respondió Sebas, con una entonación que no pasó desapercibida para ella. - ¿Tranquila, eh?
Luisita notó cómo su garganta se secaba. Apretó los labios antes de hablar, sabiendo que algo estaba a punto de desmoronarse. Sebas le lanzó una mirada penetrante, como si pudiera ver a través de sus intentos de disimular.
- Luisita, ¿hay algo que me quieras contar? - Sebas cruzó los brazos y la miró directamente a los ojos, su tono dejando claro que no iba a dejarlo pasar sin obtener una respuesta sincera.
Luisita sintió un nudo formándose en su garganta. Sabía que no podía seguir ocultándolo. Había sido imprudente pensar que podría mantener aquello en secreto. No quería mentirle, no podía. Pero, al mismo tiempo, tenía miedo de hacerle daño.
- Sebas... - comenzó, con la voz temblorosa. - Anoche, Amelia y yo... nos besamos.
La confesión salió más rápida de lo que había esperado, como si las palabras hubieran estado esperando una oportunidad para liberarse. El silencio que siguió fue abrumador. Sebas se quedó inmóvil por unos segundos, el café olvidado en su mano. Luego, con un movimiento brusco, dejó la taza sobre la encimera y se giró hacia ella con el rostro lleno de incredulidad y rabia contenida.
- ¿Cómo que te besaste con Amelia? - repitió, como si necesitara escuchar las palabras de nuevo para creerlas.
Luisita asintió, sintiendo cómo el aire se volvía pesado entre ellos.
- Sebas, fue algo que... simplemente ocurrió. No quiero mentirte.
Sebas frunció el ceño y comenzó a caminar por la cocina, incapaz de quedarse quieto. Sus manos se cerraron en puños a los lados.
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Pongamos que hablo de Luisita y Amelia
FanfictionUn día te levantas ya cansada de darle vueltas en tu cabeza y dices, o lo escribo o reviento.