Capítulo 13: Las cosas que no pude responder

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La noche de Luisita había sido larga, las lágrimas no cesaron. A la mañana siguiente el nudo en su garganta seguía ahí, apretando cada vez más, y una sensación de vacío se instaló en su pecho. Amelia había sido clara, pero Luisita, aún con la cabeza llena de confusión, no podía dejar de pensar en ella.

Intentó justificarla, tal vez Amelia tenía razón. Tal vez lo mejor para ambas era tomar distancia, seguir con sus vidas y evitar más complicaciones. Sin embargo, la decepción se colaba por los huecos de esa lógica, porque en el fondo, Luisita había esperado que Amelia quisiera luchar por ellas, que quisiera intentar algo más allá de una aventura pasajera. Pero ahora todo parecía desmoronarse.

Cuando Sebas regresó a casa tras pasar el fin de semana con sus padres, lo hizo mucho más relajado, con la intención clara de arreglar las cosas. En cuanto entró y vio la cara de Luisita, supo que había estado llorando y supuso que había sido por él. Le acarició las mejillas como intentando aliviarle el dolor y se abrazaron sin decir nada.

Luisita ya había tomado una decisión. Si Amelia había decidido alejarse, ella debía hacer lo mismo. Debía concentrarse en su relación con Sebas y en tratar de recuperar lo que alguna vez habían tenido. Si iba a seguir con él, tenía que intentarlo de verdad.

- Sebas - dijo, sentándose a su lado en el sofá. - He estado pensando. Tal vez lo que nos pasa es que estamos estancados, que necesitamos un cambio.

Él levantó la vista de su móvil y la miró, interesado.

- ¿Qué quieres decir?

Luisita suspiró, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Todo lo que había ocurrido en los últimos meses la había hecho pensar. Si realmente quería que su relación funcionara, necesitaban un proyecto en común, algo que les devolviera la ilusión.

- Llevamos años hablando de comprar una casa. Quizá ahora sea el momento - propuso, observando su reacción. - Y... siempre he querido tener un bebé. Lo hemos hablado antes, pero siempre lo posponemos. Tal vez el error ha sido no intentarlo antes.

Sebas la miró sorprendido, y durante un segundo, Luisita pensó que se negaría. Sin embargo, su expresión se suavizó y asintió.

- Tienes razón. Quizá un proyecto así nos venga bien.

Hablar de una nueva casa y de tener un bebé parecía un buen punto de partida. Aunque las dudas seguían ahí, Luisita estaba decidida a intentarlo. Tal vez un cambio de escenario y la idea de formar una familia pudieran ayudar a reconectar, a volver a ser el equipo que alguna vez fueron.

Durante las semanas siguientes, Luisita y Sebas se volcaron en la búsqueda de una casa. Pasaban los fines de semana visitando propiedades, imaginando cómo sería su vida allí, hablando sobre los futuros proyectos que querían hacer juntos: una barbacoa en el patio, arreglar el jardín, pintar las habitaciones... Todo eso les hacía ilusión, o al menos parecía que a Sebas también le emocionaba la idea.

- Podemos montar una barbacoa aquí - dijo Sebas señalando un espacio en el patio trasero de una de las casas que visitaron. - Invitar a amigos, hacer fiestas.

Luisita sonrió, dejándose contagiar por el entusiasmo de Sebas.

- Claro, y aquí podríamos poner una mesa grande, para comer fuera en verano. Tal vez incluso una pequeña piscina.

Sebas la miró y, por un instante, todo parecía volver a la normalidad. Pero esos momentos de cercanía siempre se desvanecían rápidamente. Sebas no podía dejar atrás lo sucedido, y aunque intentaba disimularlo, su actitud era diferente. Estaba pendiente de cada mensaje que llegaba al móvil de Luisita, cada llamada, cada pequeña salida con amigos. Y aunque Luisita intentaba ser transparente, la tensión seguía ahí.

Pongamos que hablo de Luisita y AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora