Capítulo 10: Dinamita (La Bien Querida)

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Era pronto por la mañana cuando Luisita salía de casa. Llevaba una mochila con su cartera, las llaves y una muda de ropa. Esa quedada con Amelia le había costado otra discusión con Sebas. Luisita era siempre sincera con él sobre dónde iba, con quién y lo que hacía. Que él se pusiera celoso no le parecía suficiente motivo para cancelar sus planes. Sebas nunca se lo pedía directamente, pero ponía mala cara o aprovechaba cualquier ocasión para hacer comentarios fuera de lugar.

Ella se sentía muy apegada a Amelia y fantaseaba con algo más con ella. Pero ambas sabían que no pasaría nada entre ellas y Luisita tenía claro que respetaba su relación con Sebas. No quería traicionarle, no quería hacerle a otra persona lo que odiaría que le hicieran a ella. No mentirle era una promesa que le había hecho a él, y a sí misma. Si bien se sentía mal por obviar parte de la verdad, sabía que si él se atrevía a preguntar directamente sobre lo que sentía por Amelia, ella sería sincera aunque le costara la relación. Pero él no preguntada y ella se lo guardaba. Al fin y al cabo, uno no puede controlar lo que siente, pero sí lo que hace al respecto.

Cuando Amelia le propuso a Luisita ir juntas al hotel con spa, sabía que significaba seguir una senda peligrosa. Era consciente que no era la decisión más sensata pero se moría de ganas de meterse en líos, jugar con fuego, incumplir las normas. Desde que su hermano Fran le regaló el vale para dos personas, no había dejado de pensar en que solo quería ir con Luisita.

- Amelia, cariño, es un hotel precioso, ya lo verás. Y tienen una sauna divina. - Su hermano insistía. Amelia se negaba a aceptar el regalo pero él sabía que lo necesitaba. Trabajaba mucho y era un trabajo muy estresante, le iba a venir bien relajarse.

- Sara aprovecha que Sofi y ella ya no tienen cole y se van las dos a Fayón a pasar un par de semanas. - Amelia quería aceptar el regalo pero no podía contarle a su hermano los verdaderos motivos.

- Pues hermanita, vete tú sola un día que tengas libre, pasas el día, renuevas energías y vuelves como nueva. Te hacen unos masajes que son la gloria. Conozco un masajista que trabaja allí, Ramón, que tiene unas manos...

- Ni me cuentes cómo lo conociste... - Ambos se rieron porque seguro lo conocía de algún encuentro sexual de su juventud. En cuanto salió del armario, Fran quiso experimentarlo todo y a todos. Y por supuesto, Amelia era su confidente favorita.

- Que mojigata eres a veces. Además ya sabes que yo ahora estoy feliz con mi Antonio. Ese Fran golfo ya no existe, pero los recuerdos sí, y ese tío era un Dios de los masajes.

- ¡FRAN! - Le regañó y recibió una risotada como única respuesta.

- En serio, ve y disfruta. No acepto un no por respuesta. Y sabes que si tú eres cabezota, yo lo soy aun más. - Fran sonrió porque a Amelia se le habían iluminado los ojos. No necesitaba ni una palabra para saber que su hermana ya había aceptado.

El spa se situaba en un lujoso hotel en el centro de Madrid. Luisita, acostumbrada a lugares más modestos, se quedó pasmada al entrar al imponente vestíbulo de mármol, con lámparas de cristal que brillaban como estrellas. Los altos techos, las columnas doradas, y el ambiente de exclusividad la hicieron sentir un tanto fuera de lugar.

- Qué pasada Amelia, gracias por compartir esto conmigo.- le susurró a Amelia, quien respondió con una sonrisa tranquilizadora.

- Luisi, no querría compartirlo con nadie más. - Con esas palabras, Amelia logró que Luisita se relajara y deseara empezar ya a disfrutar de la experiencia.

En el mostrador de la entrada, Amelia simplemente tuvo que identificarse. Su hermano se había ocupado de todo lo demás. Al final acabó diciéndole que invitaría a una amiga para no desperdiciar el vale y Fran no puso pegas, acordaron el día y él lo organizó todo para las dos.

Pongamos que hablo de Luisita y AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora