dos; todo pasa por algo

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Chris

Eran alrededor de las ocho de la noche cuando Christopher Bang terminó de acomodar las cosas en su nueva habitación —no en su totalidad, pero sí lo suficiente como para que pudiera dormir en su colchón cómodamente—. Decir que estaba cansado era poco: estaba exhausto.

El vuelo de Corea del Sur a Sydney había sido una pesadilla que había durado poco más de once horas. Christopher le temía a los vuelos en avión —lo cual él mismo calificaba como un miedo irracional y estúpido, pues bien se sabe que viajar en avión es mucho más seguro que hacerlo en automóvil o autobús— y para sumarle a su fobia de estar suspendido en el cielo, a cientos de metros arriba de la tierra firme, el vuelo en el que viajaba había experimentado algo de turbulencia. Ni los escritos de Nietzsche, ni las canciones de The Smiths sonando en sus audífonos habían sido suficientes como para distraerlo del avión balanceándose de un lado al otro, ni de la ansiedad martillando su pecho.

Estaba empezando desde cero.

No es como que lo hubiera planeado, de hecho dos días atrás no tenía ni idea de que estaría regresando a su ciudad natal después de haber vivido los últimos seis años en Corea del Sur con su familia. Aunque —si era completamente honesto— a pesar de las circunstancias que lo habían obligado a dejar el país al que ya se había acostumbrado, se sentía reconfortante el volver al ambiente australiano más relajado y pacífico que tanto añoró por años.

A pesar de ello, mientras buscaba una camiseta limpia que pudiera usar de pijama en la maleta que cargaba sus pertenencias, su mente se puso a hacer una lista de desventajas de estar ahí en aquel momento:

1. La casa no era suya.

2. Las personas con las que viviría a partir de ese día hasta que pudiera juntar el dinero suficiente para independizarse no eran de su familia cercana. Eran sus tíos, sí, y llegó a convivir con ellos en algunas ocasiones durante los primeros trece años de su vida en los que residió con sus padres y hermanos en Sydney, pero seguían sin ser lo suficientemente cercanos como para que hubiera confianza.

3. Extrañaba a sus hermanos menores, mucho más de lo que extrañaría a sus padres.

4. Sus amigos se habían quedado en Corea del Sur. Ahora no tenía a nadie con quién salir, ni a quién recurrir cuando estuviera aburrido.

5. Justo enfrente de la casa en la que estaba, vivía una familia extremadamente religiosa, por lo que le habían comentado sus tíos; lo cual significaba que probablemente le lanzarían una que otra mirada cuando se fijaran en su cabellera teñida de naranja, el piercing que adornaba su ceja, o la manga de tatuajes que cubrían su brazo derecho —aunque ya estaba acostumbrado a ello, pues en Corea las miradas de gente mayor nunca faltaban—.

Cuando finalmente encontró lo que buscaba en su equipaje, decidió que primero tomaría un merecido baño, pues no había podido hacerlo desde antes de que tomara el vuelo. Entonces, se desvistió, tomó su toalla y se dirigió al baño; para su fortuna, su nuevo cuarto tenía uno propio, lo cual facilitaría mucho más la estadía en la casa de sus parientes. Era pequeño pero tenía lo necesario, además de una vieja bañera. Las paredes tenían azulejos cuadrados de color verde agua, y el piso era completamente blanco; el lavamanos se veía tan viejo como la bañera, aunque no muy descuidado, y frente a éste había un espejo.

Christopher Bang se detuvo frente al espejo y sintió su corazón estrujarse cuando vio la cicatriz del tamaño de una manzana que empezaba en su clavícula izquierda y terminaba en su trabajado pecho. También tenía una vertical en la ceja, sólo que aquella era más discreta y no se notaba debido al piercing.

Dio un suspiro y apartó la vista de su reflejo para abrir el grifo y dejar que el agua comenzara a llenar la bañera. Hizo una nota mental de que cuando estuviera más descansado, haría una limpieza a profundidad del baño y la habitación. Si bien "desorden" era su segundo nombre, sabía que se sentiría incómodo si no limpiaba el espacio que no había sido habitado en años.

say yes to heaven | chanlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora