veinticuatro; como besar a un ángel

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Felix

La temporada de lluvias veraniegas estaba comenzando en Australia. Alrededor de las dos de la tarde, ligeras gotas de agua empezaron a caer en el jardín de los Lee, provocando que el chico de las pecas metiera su caballete con un lienzo en blanco a la vivienda.

Había tenido planes de salir a pintar, en un desesperado intento de aclarar su mente y matar su aburrimiento. No obstante, el clima no le permitiría quedarse afuera con sus materiales y plasmar su dolor de una forma artística aquella tarde, lo cual lo desanimó bastante.

Su mente había quedado atormentada después de las palabras de Rachael. No quería que le afectase, pero era difícil ignorar aquellas afirmaciones que hacían quedar a Chris como el villano de la historia. Tenía aún más dudas que quería resolver, más que nada para asegurarse de que la mejor opción era olvidarse de sus sentimientos románticos hacia el mayor, pero no sabía qué hacer. ¿Debía llamarle a Chris? ¿Fingir que nada había pasado? ¿Sacarse los sesos para dejar de pensar?

En serio tenía ganas de pintar desde hacía unos días, pero ninguna de sus ideas eran aptas para que sus padres las vieran —y siempre salían a revisar lo que estaba haciendo—. Aquello había causado que se quedara con la vista clavada en el  lienzo vacío durante varios minutos, hasta que algunos truenos advirtieron que una lluvia estaba por caer. La frustración estaba presente y se apoderaba de varias partes de su cuerpo: estaba cansado de querer expresarse libremente de manera artística y que no le fuera posible.

—Felix, saldremos a una junta del comité de la Iglesia —avisó su madre, en el umbral de la entrada principal. Llevaba un paraguas color carmesí, a juego con un viejo abrigo que usaba desde que Felix tenía uso de razón —Rachael vendrá con nosotros,  se reunirá con su prometido. Aparentemente Jooheon le pedirá su mano el día de hoy y llegaremos juntos a la casa para que lo haga frente a la familia, así que asegúrate de conservar la casa impecable, por favor.

—Sí, mamá —respondió el castaño, agradecido de que tendría un rato a solas.

Su padre salió de la vivienda después de la señora Lee, sin siquiera mirar a su hijo, y Rachael apareció detrás de sus padres: no se veía nada feliz. De hecho, se notaba cansada, como si el estrés de la universidad se hiciera evidente en su semblante —y normalmente Rachael no lucía como una chica llena de vitalidad, carisma y júbilo, sino como alguien de carácter serio, firme y recto; una persona que nunca verías llorar—.

Los tres integrantes de la familia se subieron a la carcacha y tardaron unos tres minutos en poder echar a andar el motor del vehículo. En cuanto finalmente partieron, el castaño se tumbó en el sillón de la sala.

—Dios, necesito pintar algo desagradable —dijo Felix para sí mismo, considerando la idea de continuar con sus planes en el interior de su casa.

Unos diez minutos después de que sus padres se fueron, Olivia bajó por las escaleras. Estaba usando una minifalda negra, un top blanco, un cardigan gris y botas largas negras. Su rostro estaba maquillado y su cabello, alaciado.

—Bueno, yo también me voy —avisó.

—¿A dónde? —Felix arqueó una ceja.

—A ver a mi novio —respondió con naturalidad.

—¿De dónde sacaste esa ropa?

—Una amiga me la prestó.

—No deberías ir vestida así…

—¿Por qué?

—Está lloviendo.

—Llevaré un paraguas.

—Ni siquiera conozco al sujeto —el castaño se cruzó de brazos —¿Qué intenciones tiene contigo?

—No exageres, Felix, sólo iremos por un café —explicó —No debo tardar, nuestros padres regresarán a las cinco.

say yes to heaven | chanlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora