Ah.

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El lado vacío de la cama
el que cada día grita más en silencio
que se ahoga sin haber casi agua
que susurra sin apenas provocar sonido.
Ese que sigue ahí, dejando ese espacio notar. Sueño en verdades, pienso realidades, calculo situaciones. Deseo poder mover la pierna y tocar tu áspero pelo del muslo, agarrada a tu pecho, oyendo tu respiración, que sea el silencio quien nos coma a nosotros, y deje llevarse por ese hilo infinito que me une a tu persona.

Es ahí, cuando trasnochando, no es más que mi ridículo cojín, el que para mí, noche tras noche cubre mis afectos, seca mis lágrimas y calma mis gritos. No eras tú, no creo que llegues a ser tu, realmente, no se sí serás capaz de llenar este vaso de fluidez en mi vida.
Mis dedos lo tocan otra vez y solamente, pasa el tiempo, transcurriendo sin rumbo, perdido sin aires, como ahora yo,
dejándome consumir por la insignificante brisa de mi ventana en las calles repletas de silencio en Madrid.

Decepciones, una detrás de otraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora