『㉗』

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La mañana estaba gris y algo fresca a comparación de los días anteriores, en los cuales el sol rebosaba pero sin ser abrazador

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La mañana estaba gris y algo fresca a comparación de los días anteriores, en los cuales el sol rebosaba pero sin ser abrazador.

En cambio hoy, parecía que en cualquier momento el cielo se iba a romper a llorar.

O quizá quien quería llorar era yo.

—¿No vas a ir a la escuela? —Escucho su dulce voz cuando entra a la cocina y se sienta en la pequeña barra igual que siempre.

Yo niego lentamente.

Aún tiene su pijama puesta, sus pies se arrastran pesadamente y aunque es temprano el ya trae puesto su típico gorro.

—Avise que faltaría hoy. —Le respondo colo cando una taza de café frente a él y luego dándole un sorbo a la mía.

Pero al hacerlo termino haciendo una mueca de asco.

—Puta madre, me quedo bien pinche amargo. —Digo haciendo mi taza a un lado y ganando una ligera risa de Alexis.

Cuando saco la leche del refrigerador para ponerle a mi café y tratar de arreglarlo lo veo darle un sorbo gustoso a su taza.

—Mmm, no se queja. —Dice.

—No mientas para convivir. —Le digo para después quitarle la taza y mejor servirle jugo de naranja.

Tal vez no sea natural, pero por lo menos esta mejor que mi café amargo.

Yo me giro para apagar la estufa y así poder servir.

—Ten. —Le entrego un plato a él y luego coloco el mío justo en frente. —Hubiera echo enchiladas suizas, pero me da miedo que te vayan a caer pesadas tan temprano.

Le digo para luego sentarme y ver como el de gorro mira con nostalgia su desayuno.

—Voy a extrañar tus chilaquiles cuando regrese a Los Angeles. —Dice con una sonrisa antes de tomar el tenedor y comenzar a desayunar.

Yo hago lo mismo.

Aún si no soy fan de desayunar, esta vez decido hacerlo, pues se trata de mi último desayuno con él.

—Te los preparo y envío por correo. —Le digo a manera de broma y el solo ríe con dificultad al tener la boca llena. —O también te puedes quedar y cocino para ti como hasta ahora.

Oferto sin pensar mucho en mis palabras y esperando una respuesta positiva, sin embargo, solo obtengo una extrañs sonrisa igual a la del sábado, qué ahora se es una sonrisa melancólica.

—Vendré a visitarte, lo prometo. —Es lo único que dice en medio de aquella melancólica mañana.

Mañana que quisiera fuera eterna, más la vida me odia y decide hacer lo contrario.

Pues el tiempo vuela, haciendo que cada vez se aproxime más y más la hora de su partida.

Su mano entrelazada juega con la mía mientras ambos esperamos sentados en la central de autobuses y de alguna manera mi corazón duele al saber que ya no sujetará mi mano ni jugará con mis dedos.

The Gummy Girl (Quackity)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora