-¿Tu eres la dulci-niña?
-Y tu debes ser uno de los pendejos que seguro me quedo a deber en secundaria.
☆.。.†:*・゜☆.。†.:*・゜☆
⚠Si Quackity llegase a ver esto y le llegase a producir incomodidad, esta historia será borrada inmediatamente.
⚠NO CONTIE...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Pese a la oscuridad que abunda en la habitación y al ruido de la inesperada lluvia que danza en el exterior mi mirada se mantiene fija en el techo.
Mi pecho sube y baja con cada respiración y mis manos descansan sobre mi estómago que, aunque he cenado, por alguna razón, sigue gruñendo.
—¿Sigues preocupada por Gicel? —Su voz suena a mi lado y siento que la cobija se mueve y el colchón tiembla cuando Alexis se gira para verme.
—Por desgracia, sí. —Respondo sin apartar la vista del techo.
Alexis se había encargado de que mi tarde fuera lo más normal posible, que mis pensamientos no ganarán la batalla y así pudiera estar tranquila.
Pero ahora...
Ahora se supone que ambos deberíamos dormir, pero aquí estoy, acostada y sobre pensando las cosas.
Analizando cada posible escenario y sus múltiples variables por causa de los acciones y decisiones.
Siendo víctima de mi propia imaginación.
Y lo detesto.
Detesto ser yo misma quien se martilla el cerebro con múltiples escenarios catastróficos, siendo cada uno peor que él anterior.
Sin embargo...
Es su mano acomodando mi cabello y el dulce susurro de la lluvia la que me trae de regreso a la realidad.
—Honestamente no culpo a tu amiga. —dice, una vez que mi mirada está fija en él. —Eres preciosa ¿Quién no se enamoraría de ti?
Por alguna razón se me escapa una risa disfrazada de suspiro.
Él sonríe.
—No te rías. —Su voz finge molestia.
—Tienes una manera muy peculiar de distraer mi mente.
—Pero funciona. —Alexis se defiende.
Yo giro el resto de mi cuerpo para quedar frente a frente con él.
Y aunque apenas y hay un atisbo de luz gracias a la ventana de mi habitación, puedo ver su rostro sonriendo, su cabello desordenado y uno que otro de sus bonitos lunares.
Sus manos buscan las mías y al encontrarlas, las lleva a sus labios.
La sensación es cálida, dulce y tierna.
Y Alex se encarga de prolongar eso durante varios segundos.
—Tienes que dejar de preocuparte, todo saldrá bien, lo prometo. —Su aliento chocando en mi piel.
Y aunque se que su promesa es inquebrantable, aún hay algunos escenarios rondando mi mente.