-¿Tu eres la dulci-niña?
-Y tu debes ser uno de los pendejos que seguro me quedo a deber en secundaria.
☆.。.†:*・゜☆.。†.:*・゜☆
⚠Si Quackity llegase a ver esto y le llegase a producir incomodidad, esta historia será borrada inmediatamente.
⚠NO CONTIE...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Lamento la lluvia. —Dice sentándose en el suelo igual que yo.
Pues me encuentro sentanda en el piso y recargandome en el marco de la puerta para poder ver el como la lluvia cae sobre el pasto, el pavimento y las casas.
Yo Sonrío y niego, Alexis me ofrece una taza de chocolate caliente y yo acepto gustosa.
—No es tu culpa que hoy este lloviendo. —Le sonrió y regreso mi mirada al exterior.
—Pero te prometí llevarte a conocer Los Angeles. —Dice más que preocupado, pues cuando le informe que solo estaría aquí una semana, enloqueció y dijo que pasaría cada segundo a mi lado.
—Esta bien —Le tranquilizo dándole un sorbo a mi chocolate —Además, me gusta la lluvia.
—Lo sé. —Murmura él también tomando de su taza —Aún me debes dos visitas a los similares.
Yo me río por aquello.
—Pues que sean tres ¿no? —Le digo poniendo mi taza en el suelo.
—¿Cómo que tres? —Dice —¿Qué haces?
Se altera un poco cuando me ve ponerme de pie y sonreir.
Solo para salir corriendo a su pequeño patio delantero y sentir como la lluvia comienzan a humedecer cada una de mis prendas.
—¡______ Gonzalez! ¡Métete qué te vas a enfermar cabrona!
—Ven por mi entonces. —Le reto con una sonrisa en el rostro.
Y más al verlo ponerse de pie en el marco de la puerta con los brazos cruzados ¿Acto seguido? Le muestro el dedo corazón, solo para provocarlo más.
Cosa que consigo, pues termino haciendo que salga al patio por mi, pero antes que me agarre me corro hacía un extremo. Se acerca con intenciónes de tomar mi mano nuevamente pero corro al lado contrario nuevamente.
Así es como empieza una carrera bajo la lluvia en su patio por evitar que el me atrape, pero claramente Alexis es más ágil qué yo y no puedo correr para siempre, pues cuando estoy a punto de salir disparada en otra dirección, él me toma por detrás abrazando mi cintura y aprentandome a él.
—Mamaste, te voy a acusar con tus hermanos. —Me dice entre risas qué yo copió.
—Ni sus números tienes. —Me giro en su agarre para quedar frente a frente —Viejo arguendero. —Le digo colocando el gorro de su sudadera sobre su gorro habitual.
—Viejo, pero no de tu asilo mi reina. —Dice fingiendo un tono fresa.
—Pues porque tu no quieres. —Le digo sonriente, descansando mis brazos sobre sus hombros y sintiendo como sus manos juguetean en mi cintura.
—¿Puedo?
—Pídemelo bonito y vemos. —El rueda los ojos y me suelta regresando unos instantes a la entrada de la casa.