『㊳』

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Mentiría si decía que había absorbido algo de información en las últimas dos horas, pues mi mente a estado ocupada dando vueltas en otros asuntos

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Mentiría si decía que había absorbido algo de información en las últimas dos horas, pues mi mente a estado ocupada dando vueltas en otros asuntos.

¿El asunto?

Creo que es obvio.

—Oye relajate. —Murmura en un susurro. —Tu novio va a estar bien mientras no destruya la biblioteca.

Bromea y una pequeña sonrisa se me dibuja en los labios.

—No es Alexis quien me preocupa. —Le respondo en el mismo tono.

Roberto me da una pequeña sonrisa de lado y luego frota mi brazo.

Sus ánimos son silencios, pero funcionan, al menos parcialmente y en el fondo lo agradezco

Sin embargo la idea aún no deja de carcomerme por dentro y la pesadilla que tuve tampoco me ayuda a estar más tranquila.

Todo sería más fácil si me doy de baja de la escuela y me encierro en mi casa a vivir una vida de ermitaño en compañía de Alexis.

Pero en cambió estoy aquí.

En la escuela.

Luego de una larga ausencia.

Rezando internamente para que el jodido reloj se detenga.

Pero una vez más la vida me odia y me demuestra que no está de mi lado cuando escucho la voz del profesor diciendo que ya su clase ha finalizado por hoy y podemos retirarnos.

Yo trago saliva y aunque respiro hondo, el aire no me alcanza.

—Suerte Leona. —Dice Roberto antes de colgarse la mochila y salir del salón.

Yo por mi parte me tomo mi tiempo para guardar mis pertenencias, me pongo de pie y cuelgo mi mochila, los pies se me apesantan haciendo que camine arrastrando los pies.

Y más pronto que tarde, pasa lo inevitable, llego a mi salón y su rubia cabellera ya esta ahí esperándome.

—______.

A diferencia mía, su expresión se ilumina cuando me ve, en cambio yo...

Yo solo puedo sentir un creciente pánico en mi interior cuando se me acerca y tengo que poner mi mano temblorosa para marcar una distancia, esto le sorprende al inicio, pero parece que lo entiende.

—Me preocupe estos días que faltaste. —Dice ella.

—Gicel... —Respiro hondo y aunque las piernas y todo en mi tiembla, tengo que hacer esto. —Lo siento.

—¿Eh?

La confusión se apodera de su rostro.

—Se que la forma en la que reaccione no fue la correcta y lo siento. —Le digo con voz débil pero sincera.

The Gummy Girl (Quackity)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora