El lodo sale volando de los pies descalzos de los muchachos jugando la potra. La lluvia no cesa.
—¡Pasala maje pasala!
—¡Raúl, aquí Raúl! ¡Pasala!
Se oyen voces graves, roncas, agudas, provenientes de jóvenes de toda edad y rasgos agrupados en la lodosa cancha de Los Girasoles. Ese sábado jugaban los "halcones" contra "los zanates", y taxistas y vendedores ambulantes paran para ver el espectáculo desde las graderías corroídas que gozan de la sombra de un Guanacaste frondoso.
—¡Vamos zanates! ¡Vamos Raúl!
—¡Macanéenlos, halcones! ¡Vamos!
Los gritos de las graderías y de la cancha, sumándose cada vez más los de los callejones de la colonia, llenan de gozo la zona. De entre las hojas de los árboles caen las frías gotas de las lluvias de noviembre. Un grito sobresale de entre los demás para Raúl.
—¡Vamos hijo, vos podés!
Manfredo Mejía, hombre promedio, fuerte, moreno y un poco viejo, con su uniforme de Fuerzas Especiales, grita al lado del Guanacaste, frente a su Corolla rojo.
—¡Vamos, Enzo! ¡Con todo con todo con todo!
Raúl sopla por la cancha. Solo se ven sus cabellos negros y oscuros volar tras su nuca. Su alta y delgada figura le da una agilidad sorprendente, y sus rivales, los halcones, le temen como delantero. Enzo, nombre que solo su padre usa, ama también correr por techos y andar como loco por las calles del centro, pues su ligereza pero notable musculatura le dotan de un físico apto para hacer de todo menos quedarse quieto.
La lluvia iba y venía. Por ahora crecía la dureza con la que las grandes gotas caían, pero los jugadores ni las sentían con tanto sudor chorreando de sus nucas y cabellos.
—¡Vamos Zanates, vamos!
—¡Halcones! ¡Halcones!
Nombres no oficiales que surgen del polvo de las calles de la capital son esos, pero los habitantes de Los Girasoles y la 21 de Octubre se han tomado bien a pecho estas partidas. Los guardaespaldas de Manfredo le acompañaban, pues las potras entre los Zanates y Halcones no podían dejarse pasar así nomás. Los vendedores aprovechaban la coyuntura, y entre las gentes aglomeradas y mojadas por la lluvia, vendían sus tamalitos y refrescos, los cuales se compraban sin siquiera notarlo. La gente sin duda ama el fútbol.
Segundo tiempo, minuto ochenta. Diez minutos para finalizar la potra y los zanates llevaban ventaja por un gol sobre los halcones. Iban tres a cuatro. Eran eso de las cinco de la tarde y el alumbrado público empezaba a activarse. Pasaban los buses cegando a los transeúntes con su lucerío y haciendo vibrar el suelo con su reggaetón a todo volumen.
—¡Vamos Raúl carajo!
—¡Puta 'mano! ¡Sergio, tapala!
—¡Vamos Enzo, vamos! ¡zanates zanates zanates!
Raúl llevaba el balón. Corría como solo él podía correr y amenazaba con gol como solo él podía amenazar. En un abrir y cerrar de ojos, un último gol cerró el juego. Con treinta segundos restantes, la potra se cerró con una decisiva victoria para los zanates.
—¡Suuuuuuu!¡Ya ves va, Ropa sola!
—¡Sos otro pedo maje!
Habló "Ropa sola", el mejor amigo de Raúl, André. Le decían así porque su ropa parecía andar sola, ya que era demasiado delgado y ligero, pero cuando de fútbol se trataba, era el primero en demostrar que la fuerza no está en los músculos.
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La Garza Negra
AçãoCuando la policía se rebeló en contra del gobierno... Este drama policial relata la vida de Raúl Mejía, hijo del Comisionado de Policía y director de Fuerzas Especiales, Manfredo Mejía, quien lleva a sus hombres a una huelga contra las imposiciones...