Capítulo 12

0 0 0
                                        

Cuando todo el personal se dispersó para hacer guardia, ir a descansar o ir a entrenar para la "Operación Sombra", como le llamaría Suarez, Ferrera se acercó a Raúl y le armó plática.

—Ey vos— saludó.

—¿Mjum?

—La noticia es dura para todos, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. Todavía el cuerpo de tu papá existe y hay que enterrarlo con honor. Entonces, ¿te parece si vamos con Franklin ahorita temprano a reclamarlo?

Raúl negó con la cabeza lentamente. —Que vaya mi tío o mi "mamá". Yo no pienso ver eso. Mi papá no está muerto.

—Muchacho-

—No diga más, don Ferrera. No diga más por favor... Solo deje que vaya mi familia por él. Ya.

Ninguno se movió de donde estaba. Solo se quedaron en silencio. Algunas lágrimas se podían ver dentro de la máscara, pegadas al vidrio de sus lentes. Más se iban agregando mientras Raúl lloraba silenciosamente, viendo hacia el suelo y apretando el capote con fuerza.

—¿Qué es lo que van a hacer los muchachos?— preguntó después, con una voz quebrada.

—Van a rescatar a Jorge. No vamos a perder a otro, te lo prometo.

—Quiero ir-

—¡No no no! Lo siento Raúl pero no.

—Déjeme ir, por favor —por ratos se detenía para toser. Una gripe comenzó a tomar lugar—. ¿De qué me sirve estar vivo ahora, ah?

—Te sirve de mucho. Vas a conseguir una novia, casarte, tener hijos. ¡Sos joven, por el amor de Dios!

—Ya nada de eso, Ferrera. Sin mi papá, cualquier logro que pudiera tener ya no vale la pena. ¿Casarme? ¿Quién va a llorar con esa boda? ¿Qué abuelo se va a alegrar de los nietos?

Ferrera no respondió.

»No me diga esas cosas, señor. Yo ya no tengo nada.

Con dificultad, pues costaba entender lo que aquel varón estaba sintiendo, el General tomó una decisión. —Vas a ir, pero te vas a quedar en la patrulla con Franklin. Usen la nueva.

—¿La eléctrica?

—Sí. Tiene blindaje así que te va a proteger. Ahí meten a George cuando lo saquen. Voy a ir a decirle a Suarez.

—Gracias...

—Pero, ¿por qué querés ir? Es un riesgo innecesario, te lo digo.

—Porque Jorge es como un hermano para mí. Me vio crecer, señor. Me limpió las nalgas cuando era pequeño, no sé si usted lo sabe. Él y- él y mi papá han trabajado juntos por décadas. No lo voy a abandonar.

Ferrera afirmó con la cabeza sutilmente y cruzó los brazos, frunciendo el ceño.

—Arreglate entonces. Tenés fea la voz y andás tosiendo así que dejate ese poncho por si empieza a llover. Maldito invierno... A mí también me jode por ratos.

—Jej —Raúl sonrió bajo su máscara levemente—. ¿Cosas de costeños 'va?

—Sí. Me dan ganas de salir de aquí e irme para San Lorenzo a ver las gaviotas y garzas pescando mientras me tomo una Salva Vida y me atoro unos curiles. Ni modo. Esto es lo que hay... Ya vuelvo. Voy a ir a preparar algunas cosas.

El General se disponía marcharse, pero Raúl hizo una pregunta antes:

—Y usted, señor, ¿por qué quiere estar aquí?

La Garza NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora