Capítulo 17

0 0 0
                                    

El Centro Cívico Gubernamental es lo que muchos conocen como la torre de control de todo el Estado de Honduras. Es un complejo de dos torres de casi treinta plantas y un edificio de convenciones, centro comercial y oficinas, todo con una enorme plaza cultural en medio. En el último piso de la torre uno se encuentran las oficinas de Lithuan mismo, y se podría decir que dicha planta es una segunda casa presidencial. No en vano tanto la casa presidencial como el centro cívico se encuentran en el mismo predio.

Allí está el General Walter López, subiendo el ascensor exclusivo hacia el último piso.

—General— saludan agentes de UEIM, que llenan todo el complejo con sus andares pesados y olor a tela nueva.

—Buen día.

Los pasillos son modernos, elegantes. Al fondo de cada uno se encuentran los hermosos ventanales azules tras los cuales se luce una hermosa ciudad nublada y húmeda.

López no tuvo que caminar hasta aquellas vistas, pues dos enormes puertas de bubinga resplandecen en medio del pasillo. Dos gavilanes las protegen.

—General López, pase adelante.

Adentro se encontraba un Juan Carlos Lithuan relajado. Estaba sentado, tomando café con pan mientras veía la televisión.

—¡Ah! Don Walter. Gusto verlo.

—El gusto es mío, Señor Presidente.

—¿Cómo va todo? Disculpe que interrumpa sus vacaciones que apenas comienzan. Realmente Redondo ha hecho un maravilloso trabajo de su lado.

—No se preocupe. De todos modos no hago mucho con él— respondió con una sonrisa.

—Hace lo suficiente, General. ¿Aprovechó el fin de semana?

—Hm. Como nunca antes...

—Veo esas ojeras —comentó Lithuan con una sonrisa picarona—. Anduvo de parranda, ¿verdad?

López se encogió de hombros. —Pues a saber.

—¡Ja! Sos tremendo. Lo llamé para que ayudara a atender lo de siempre. Le prometo unas largas vacaciones y un buen ascenso cuando me topen a los Cálix Peña.

—A los Cálix los tenemos cerca, señor. Más cerca que nunca. Otros se han estado yendo a Guatemala y han movido sus laboratorios de la mosquitia. Realmente sabemos poco de ellos.

—Pero el tiempo corre, General —Lithuan se empinó la taza de café y le dio golpecitos—. Ah... El tiempo corre. He intentado relajarme pero las cosas se complican más y más. Vale que los Coap, o "las garzas" —el presidente se rio— no han seguido jodiendo.

—Gracias a Dios.

—Sí pero no tardan en hacer algo grande. Han estado matando a los de la M20 todas las noches y no sé si lo de Ferrera irá a frenarlos.

—¿Lo de Ferrera? No me comentó nada de eso, señor.

—Solo fue un debate que tuve con ya sabés quién. Yo creo que matarle gente a esos bastardos nos va a poner en una peor posición, ¿verdad?, pero el Mayor insistió en que iba a bajarles el gas. Ya viste que yo tenía la razón con Manfredo; probablemente la tenga con Ferrera.

—Pienso igual que usted, señor.

El rostro de López cambió un poco frente a la noticia. Aquellas palabras le hicieron pensar sobre qué habrá pasado con Ferrera, qué le habrán hecho a los suyos.

La Garza NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora