Capítulo 3

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Fresca es la mañana. En el Distrito Central todavía brisa y los vientos soplan gentilmente. Los ríos de la ciudad gruñen entre el ruido del despertar de los capitalinos y sus vehículos. Manfredo se levantó.

—¡Arriba! —gritó desde la sala—. Ya son las seis.

Rápidamente Raúl abrió los ojos y de un salto se vistió, hizo su cama y limpió una mesa de dormir.

—Buenos días— dijo al salir.

—Buenas. Te cuento que no vamos a ir a la iglesia hoy.

—¿Y eso?

—Anoche estaba atendiendo llamadas y me pasaron una información —Manfredo contaba esto mientras se servía un café para acompañar su desayuno típico—. Parece que hoy los libertadores se van a tomar las calles otra vez. No han enviado comunicado, pero fuentes de adentro ya nos comentaron sus planes.

—Híjole. ¿Y entonces? Bien te acompaño para ver qué onda.

—No, no. Quizás te quedás mejor ahí en la Dirección, pero ir conmigo no.

—¿Qué hay de la ofrenda? ¿No planeabas dar algo este mes?

—Cómo no. Un día de estos voy a pasar por allá para dejarla. Esta puercada de las elecciones no nos deja descansar... Ya me tiene harto.

Raúl tomó un plato y se hizo unos huevos con frijoles junto con un par de tortillas y café para acompañarlos.

—Sí —dijo—. Es fregado, la verdad. Pero ya qué ¿un par de semanas? Ya casi salimos de todo el asunto. Tampoco es que quede una eternidad.

Manfredo lanzó una risa burlona. —Pues sí —respondió—, pero ¿y si gana Lithuan? Ya te imaginás la de protestas que habría. Ni lo quiera Dios. Yo ya no estoy para esto.

—Renegale a Ferrera para ver si ya de una vez les dan el lugar que merecen.

—Enzo, por favor. Ya de aquí el COAP no vuelve a trabajar como antes. Los Gavilanes son la fuerza favorita del gobierno.

—Pfft... Milicos inútiles. Tarde o temprano los van a quitar de ahí, bien sabés.

Los dos masticaban entre sus palabras. Permanecían sentados frente al otro en la pequeña mesa del comedor/cocina. De vez en cuando uno se levantaba para traer chile, sal o más café.

—De seguro, pero no ahorita. No con Lithuan. Mientras no haya personas con carácter en la cúpula que puedan decirle al tipo lo mal que trabajan ellos, nada va a cambiar.

—Y que no haya cerotes que tapen las picardías de la fiscalía también.

—Enzo.

—¿Qué? Es la verdad.

—Sí, pero te vas a meter a líos por andar de lengua suelta un día de estos. Yo sé que enfada, pero hay que ser astutos.

A medida pasaban los minutos, la lluvia se acrecentaba.

—Bueno, solo digo. La cosa es: si todo sigue así ¿creés que te consideren para algo más importante en la Policía?

—¿Más importante que dirigir a las Fuerzas Especiales?

—Fuerzas Especiales que solo están tirando gas y toleteando protestantes...

—Tenés un punto...

—Pues sí. Creo que sos capaz de más, 'pa. Incluso de dirigir la Policía.

—Eso no va a pasar. Vaya, ya respondí tu pregunta.

La Garza NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora