XXVII

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Cada paso que daba se hundía en el mojado césped mezclado con la tierra húmeda, las gotas frías le mojaban el cabello, algunas caían sobre su nuca causándole escalofríos. La lluvia era cada vez más intensa al igual que el viento frío que había esta tarde, había cosas más preocupantes que la lluvia en ese momento.

Ya habían pasado semanas, semanas donde no se sentía ella, se sentía ajena, no se tenía propia de si. Semanas donde sentía ser otra persona, muy lejana a la castaña simpática que todo el mundo siempre dirigía cumplidos. Cada vez la asustaba más, le costaba reconocerse, sabía que había cometido muchos errores, errores a los que fue arrastrada por consecuencia de otra gente ajena a su vida y algunas no tanto.

Era el día trece en el que no tenía novedades del idiota de su padre, cobarde, mal padre, traidor. Esos y muchos adjetivos más eran los que la gente había dicho para calificarlo este último tiempo, no le dolía en lo absoluto, le dolía saber que la gente tenía razón sobre todo lo que pensaban y decían de él.

Muchas dudas atravesaban su cabeza, estos días era una máquina de autodestrucción, todos sus pensamientos eran negativos.
¿Si su madre estuviera viva esto hubiera sido distinto? Claro que si, ella nunca hubiera permitido eso, le gustaría poder confirmar eso por ella misma, pero es difícil cuando tú madre muere tan joven que no tienes un solo recuerdo de ella.

Anhelaba tener una madre en este momento, alguien a quien correr y llorarle contándole sus males de amores, una madre nunca permitiría que una adolescente se involucre con un hombre tan oscuro como el. Una madre no hubiera permitido que el padre de su hija la involucre en esta situación.

Los pensamientos y sus pasos inconscientes la guiaron hacia la entrada de la gran casa, sabía el regaño que tendría al entrar a la casa.
Giro el pomo de la puerta y se adentró, el cálido calor de la calefacción golpeó su rostro provocando que por un instante se quede sin aire.

—¡Jessamine! Te vas a enfermar, te lo dije varias veces.— La voz de Polly la saco de sus pensamientos.

La miro por unos segundos y dejó escapar una sonrisa tan melancólica que le dolió en el pecho a Polly. Ella no tenía una madre pero la tenía a ella, era lo más cercano, se había convertido en su gran pilar en estos últimos días.

—Estoy bien, solo es un poco de agua. Quería ver qué Hermès esté bien.— Explicó para tranquilizar a la mujer mayor que la miraba de brazos cruzados y con una ceja levantada.

—Estas saliendo todos los días de lluvia a dar largas caminatas, cuídate por favor.— le suplicó estirando la mano para darle una de las toallas que tenía preparadas, ya era normal de la joven salir a caminar en los lluviosos días de Inglaterra.

—¿Te ha llamado Thomas? ¿Hay novedades?— fue lo que salió de su boca ignorando todo lo que le estaba diciendo la mujer.

—No cariño, lo siento. Sabes que si pasa algo Thomas te avisará cuánto antes.

—Claro...iré a darme una ducha, no voy a cenar.— murmuró la joven al mismo tiempo que pasaba por al lado de Polly y comenzaba a subir las escaleras.



Un estruendo la hizo dar un salto sobre su cama, le costó unos segundos lograr ubicarse en tiempo y espacio. Estaba en su cama, en su habitación, estaba lloviendo como lo hizo toda la semana pero esta vez era una tormenta eléctrica. Tomo su celular y observó la hora, eran casi las dos de la mañana, dejo escapar un gran suspiro y se puso de pie. Según sus cálculos no había pasado ni media hora de que se había quedado dormida, con lo que le costaba conciliar el sueño. La garganta le dolía de lo seca que estaba, ya no recordaba la última vez que había comido o bebido agua.

《Born To Die》 Thomas ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora