XXV

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Su mirada estaba perdida en el reloj de pared que adornaba su habitación, cada segundo que pasaba se le hacía eterno. Sus manos descansaban sobre sus piernas, aunque debía usar su pantalón para secarse la palma en cada minuto que contaba aquel reloj. El nudo en su estómago crecía a medida que las agujas avanzaban junto a un "tic tac" que ya la estaba enfermando.

Las órdenes habían sido simples y claras, en cuanto el abandone la casa ella tendría que tomar sus pocas cosas e irse a la que en algún momento fue su casa, sonaba tan fácil. Entregarlo y huir como la cobarde que era.

Se puso de pie cuando el reloj marcó que faltaban veinte para las veintitrés. Con el corazón latiendo a mil por hora, se asomo a la ventana que tenía su habitación que apuntaba directo al patio de entrada de la gran casa en la que vivió muchos meses. Las piernas le temblaron cuando lo vio asomar por la puerta y ponerse en su campo de visión. Nadie se había percatado de que ella estaba ahí viendo cada movimiento, cada palabra y cada gesto de todos los presentes. Con una gran rapidez y organización todos se subieron a varios de los coches que había estacionados en la entrada, había contado fácilmente más de quince personas, entre ellos Thomas, Arthur y Finn.

El aire le faltó y tuvo que tomar torpemente una bocanada de aire, dio un paso atrás y se arrodilló junto a su cama apoyando su cabeza en el colchón. No podía hacer esto, era mucha responsabilidad, aunque muchos la quisieron convencer de que él lo merecía y que en su lugar él la había traicionado sin dudarlo. Ella no podía abandonarse a sus principios, y fue en ese momento que se dio cuenta de que seguía siendo la misma niña tonta que llegó a esta casa un día sin saber que su vida cambiaría radicalmente. Alzó la vista una última vez y volvió a mirar el reloj, escucho como algunos motores afuera se ponían en marcha.

Con un incómodo nudo en la garganta y otro en el estómago se puso de pie rápidamente, sin pensarlo dos veces abrió la puerta de su habitación y corrió hacia las escaleras, las bajo tan rápido como pudo, incluso de dos en dos. Corrió hacia la puerta de salida, el frío de Londres la golpeó fuertemente pero poco le importó. Lo pudo ver, a punto de subirse a uno de los autos que lo llevaría a la trampa en la que ella lo había metido.

Relamió sus labios y obligó a sus músculos que respondieran. Al estar detrás de el, sus brazos rodearon por la espalda a Thomas, ocultó su rostro en la misma, sus ojos se apretaron con fuerza al mismo tiempo que lágrimas amenazaban con salir de ellos.

Thomas se quedó estático al sentir como lo abrazaban por atrás, fue tan fácil como bajar su mirada a las manos que lo apretaban con fuerza, reconocería esas pequeñas manos en cualquier lado, las tomó para aflojar su agarre y encarar a la joven que con toda la fuerza del mundo intentaba no llorar.

¿Qué pasa, Jess?—preguntó el mayor en un murmuró mientras la tomaba del brazo y la alejaba un poco de los autos junto a los presentes.—

No puedes ir.—balbuceó rápidamente, su ansiedad era demasiada y entre las lágrimas que salían de sus ojos era muy difícil entenderla, pero él lo hacia.—

Mi padre, me dijo que si te entregaba a los italianos íbamos a poder vivir en paz, pensé que iba a poder, que no me iba a afectar el hecho de entregarte. Todo este tiempo te estuve robando información y pasándosela a mi padre. Por más que me gustaría entregarte y sacarte de mi vida, no puedo. La culpa me esta matando y no quiero sentir esto.—esa confesión salió rápidamente de sus labios junto a las lágrimas de sus ojos. Los sollozos no tardaron en salir del fondo de su garganta.— Te traicione, haz lo que quieras conmigo pero no vayas, no podría vivir con la culpa si algo malo te pasa.—suplicó mientras llevaba sus brazos nuevamente al cuerpo ajeno y lo rodeaba en un torpe abrazo.—

Thomas dejó escapar una sonrisa corta al oír lo que la joven acababa de confesar, correspondió el abrazo dulcemente mientras apoyaba su mentón en la cabeza de la menor. La tomó de ambos lados del rostro y la alejo de él delicadamente. La miro con atención y con sus pulgares seco las lágrimas que salían de aquellos ojos marrones. Se acercó hasta ella para depositar un dulce beso en su frente.

《Born To Die》 Thomas ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora